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Columna

Política pública, entre lo deseado y lo posible

“Para llegar a una mejor política pública, se necesita un liderazgo gubernamental fuerte y responsable...”.

Jaime Bonet

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Diseñar y poner en marcha una política pública no es tarea fácil. Esa labor está llena de talanqueras que dificultan su diseño e implementación. Muchas veces los hacedores de la política pública se mueven entre lo deseable y lo posible a la hora de tomar decisiones.

Un primer elemento es que el proceso oscila entre estrategias que den resultados en el corto plazo sin transformaciones de fondo o adoptar una mirada de largo plazo que impulse cambios estructurales, pero sin resultados inmediatos. Casi siempre los ciudadanos y los políticos se inclinan por resultados rápidos sin tener presente las oportunidades perdidas en el largo plazo.

Otro factor es involucrar a distintos grupos representativos de la sociedad en el diseño de la política pública, especialmente aquellos minoritarios que suelen sentirse excluidos. Al tener una población segmentada puede perderse la visión del bien común, ya que cada comunidad puede dar una interpretación diferente. Lograr consensos entre los distintos grupos es muy complicado, lo cual retrasa la definición e implementación de las estrategias. A pesar de los procesos de diálogo para socializar las opciones de política, tomar una decisión suele dejar grupos inconformes.

Un tercer aspecto es contar con una visión intersectorial que brinde una solución integral a determinada problemática. Por ejemplo, una población rural que necesita mejorar sus ingresos puede estar acompañada de asesoría técnica para optimizar su proceso de producción. Sin embargo, las dificultades en el transporte del producto pueden llevar al fracaso del acompañamiento técnico. En la medida en que las políticas suelen ser planeadas sectorialmente con poco diálogo entre los sectores, es común que cada uno tire para su lado sin tener en cuenta lo que hace el otro. Al final se llega a soluciones desarticuladas con poco impacto en el cambio de las condiciones de vida de los ciudadanos.

Por último, existen los problemas de continuidad en las políticas públicas ante cambio de los gobernantes. Cada nuevo administrador quiere imponer su impronta y suele acabar programas vigentes sin importar si daban bueno o malos resultados.

Para llegar a una mejor política pública, se necesita un liderazgo gubernamental fuerte y responsable, de tal forma que se logre la coordinación de los distintos equipos y genere la confianza entre los ciudadanos. También es recomendable tener una visión de largo plazo para alcanzar transformaciones estructurales y, a su vez, identificar pequeñas acciones que los ciudadanos puedan disfrutar. Las últimas tendencias muestran la importancia de la buena comunicación de las políticas a la población objetivo. Por supuesto, este proceso debe estar acompañado de un manejo transparente de los recursos públicos.

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