El 12 de octubre de 1972 una bomba cargada de pesar cayó sobre el Grupo de Barranquilla. Ese día lleno de presagios trajo una noticia tormentosa: Álvaro Cepeda Samudio moría en Nueva York devastado por un cáncer. Todos en el grupo sabían que el desenlace fatal estaba cerca, que no había escapatoria para el afamado periodista, escritor y cinematografista, pero la pérdida llegaba como brasa ardiente que resquebrajaba el sentimiento. El más afectado era Gabriel García Márquez, quien había redondeado una amistad inquebrantable con el Nene Cepeda desde cuando se conocieron en 1948. En aquel entonces García Márquez daba sus primeros pasos en el periodismo en El Universal de Cartagena y Cepeda Samudio se desenvolvía con solvencia en el mismo campo en El Nacional de Barranquilla. Ambos llevaban en el alma el indeclinable anhelo de ser escritores.
El Grupo de Barranquilla se formó en medio de la bohemia más creativa de cuantas han existido en el Caribe colombiano. Estaba compuesto por Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas, José Feliz Fuenmayor, Ramón Vinyes, Alejandro Obregón. Cecilia Porras, Nereo López, Orlando “Figurita Rivera”. El campo de batalla de los encuentros pecaminosos del grupo eran los burdeles de la ya resplandeciente Barranquilla, pero las sesiones más serias y creativas en torno del periodismo, la literatura, el cine, y el arte en general tenían como escenario La Cueva, un sitio mágico que se conserva para mantener viva la memoria de aquella singular familia de creadores nacida y crecida en la amistad.
Cepeda Samudio murió a los 46 años de edad. Ya para entonces había dejado huella en el periodismo, la literatura y el cine. Fue él quien influyó de la manera más significativa en la formación de García Márquez en esas tres materias. El propio Nobel lo atestiguó en muchas ocasiones. Siempre tuvo palabras elogiosas para el autor de La casa grande, Los cuentos de Juana, Todos estábamos a la espera. Una vez dijo que “parecía un gitano de la Ciénaga Grande, de piel curtida y con una hermosa cabeza de bucles negros y alborotados y unos ojos de loco que no ocultaban su corazón fácil. Su calzado favorito eran unas sandalias de trapo de las más baratas, y llevaba apretado entre los dientes un puro enorme y casi siempre apagado”.
Cuando Cepeda se marchó para siempre aquel 12 de octubre del 72, Gabo escribió: “Estoy hecho una mierda, en un estado miserable de desconcierto y desmoralización, y por primera vez en mi vida no encuentro por donde salir”.