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Columna

Contarse para transformarse

“A través de las narrativas se construyen sentidos compartidos, se legitiman memorias y se proyectan futuros...”.

Elsy Domínguez De La Ossa

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En los procesos de intervención psicosocial, entendidos como el acompañamiento integral que articula lo psicológico, lo social y lo cultural para transformar realidades, las narrativas no son simples relatos; son estructuras simbólicas que configuran la manera en la que las comunidades comprenden su historia, su identidad y su lugar en el mundo.

A través de las narrativas se construyen sentidos compartidos, se legitiman memorias y se proyectan futuros posibles. En contextos marcados por la exclusión, el conflicto o la desigualdad, las narrativas dominantes suelen imponer visiones estigmatizantes que limitan la capacidad de acción colectiva. Por ello, recuperar y resignificar las narrativas propias se convierte en un acto profundamente político y transformador.

El concepto de agenciamiento comunitario alude a la capacidad de los sujetos colectivos para actuar sobre su realidad, tomar decisiones y generar cambios desde sus propios saberes, recursos y aspiraciones.

Algunos investigadores, como Gilles Deleuze y Félix Guattari, indican que el agenciamiento implica una articulación dinámica entre cuerpos, discursos, afectos y territorios, que permite a los colectivos escapar de las lógicas de dominación y producir nuevas formas de existencia. Otras, como María Mercedes Ruiz-Muñoz, afirman que narrarse desde la dignidad y la resiliencia transforma la autoimagen y también las posibilidades de acción colectiva. En este sentido, las narrativas no solo reflejan la agencia, sino que además la habilitan: contar(se) de otra manera es un modo de resistir y reconfigurar lo posible.

Herramientas como el árbol de la vida, los relatos de vida, el teatro del oprimido o la cartografía social permiten que las comunidades narren sus trayectorias desde la creatividad y la esperanza.

Promover el agenciamiento narrativo implica crear espacios seguros y éticos donde las personas puedan narrar sin ser juzgadas, escucharse mutuamente y reconocerse como sujetos históricos. “Las historias compartidas no solo construyen identidad, sino también sentido de comunidad”, afirma Julian Rappaport. En este marco, el trabajo narrativo es tanto terapéutico, como político y transformador.

Trabajar con narrativas desde una perspectiva de agenciamiento comunitario es apostar por una psicología comprometida con la transformación social, que reconoce en la palabra, la memoria y la imaginación, herramientas fundamentales para la emancipación.

Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.

*Profesora de la Escuela de Negocios, Leyes y Sociedad, UTB.

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