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Columna

¿Quién llevará la carta a García?

“Lo más grave es que esta falta de iniciativa no se limita al poder Ejecutivo. Es una cultura del no hacer, disfrazada de resistencia; una política del lamento sin plan de ruta”.

DIANA PAOLA NAVARRO

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En 1899 se publicó un pequeño ensayo que se convirtió en uno de los textos más reproducidos de la historia moderna. La carta a García, de Elbert Hubbard, no es un tratado filosófico ni una obra literaria compleja, sino una sencilla reflexión sobre una virtud cada vez más escasa: la iniciativa. Narra la historia de un hombre llamado Rowan, al que se le encargó llevar una carta, en tiempos de guerra, a un general en lo profundo de la selva cubana. Rowan no pidió instrucciones, no preguntó por GPS ni demandó garantías: simplemente cumplió la misión.

Hace años que no lo leía. Lo encontré de casualidad entre algunas copias de cosas que estaba por sacar. Hoy, más de un siglo después, el eco de esa carta resuena con fuerza en un país donde la excusa ha desplazado a la acción, y la queja se ha convertido en estrategia de gobierno.

El mensaje de este documento, aunque enfocado al ámbito laboral, siento que no se limita a él. En el sentido político, La carta a García nos recuerda que toda sociedad necesita que sus líderes hagan lo correcto sin buscar aplausos ni poner excusas. Se necesitan personas con criterio, compromiso y el coraje de actuar de manera correcta, incluso cuando nadie los ve.

¿Y si pensáramos en el Estado como una gran compañía? Y no solo esperar resultados desde la alta gerencia, sino nosotros, los que componemos a la empresa, ¿tener la iniciativa para ser el cambio real?

En Colombia, lamentablemente, el modelo se ha invertido. La mayoría de los líderes (porque no han sido todos) se han interesado en señalar culpables en vez de asumir el timón. No son un ‘Rowan’, que toma la carta y la entrega; son más bien aquellos que preguntan por qué nadie la ha llevado, mientras culpa al mensajero anterior..., al mapa, al clima, o al papel mojado.

Vivimos en la era de la responsabilidad diluida. “No me dejaron”, “eso ya venía mal”, “la prensa distorsiona”, “fue culpa del Congreso”, “la oposición manipula”. Frases que se repiten una y otra vez, mientras el país espera decisiones.

La pregunta es incómoda porque no tiene una respuesta clara. ¿Quién está dispuesto a hacer lo que toca, sin micrófono, sin espectáculo, sin esperar recompensa? ¿Dónde están los ‘Rowan’ que no necesitan diez reuniones para tomar una decisión urgente? ¿Quién piensa en el país como un todo, más allá de su partido, su ideología o sus intereses personales?

Y más allá del gobierno, ¿qué tanto estamos nosotros (todos los ciudadanos en general) dispuestos a hacer lo correcto, sin que nos lo exijan? ¿Tenemos iniciativa o solo opinión? Por qué lo más grave es que esta falta de iniciativa no se limita al poder Ejecutivo. Es una cultura del no hacer, disfrazada de resistencia; una política del lamento sin plan de ruta.

La carta a García sigue siendo relevante porque nos recuerda algo elemental: no basta con diagnosticar. Hay que actuar.

Colombia no necesita más expertos en repartir culpas. Necesita, urgentemente, a alguien que se levante, tome la carta y camine sin mirar atrás.

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