Colombia es un país que sufre violencia interna debido a la presencia de grupos armados y la persistencia de conflictos, pero que a la vez anhela la paz. Un país que ha estado sometido a una violencia activa, que lleva muchos años de conflicto armado interno, un periodo que se extiende desde múltiples décadas hasta la actualidad.
Un país gobernado actualmente por un poder absurdo, que por muchos años ha hecho tributo a la violencia. Por ese motivo, no se vislumbra la intención de buscar una solución, al conflicto armado, sino antes, por, el contrario, lo ha dejado crecer. Un gobierno que no tiene ningún horizonte y mucho menos un camino que marque propósitos y deseos de paz.
Dice una frase en las escrituras: el Reino de Dios pertenece a los que se hacen como niños. ¿Qué está pasando? Estamos educando niños para generar muerte, en vez de buscar invertir los valores y que amen la vida. Algo se sobrepone a la nitidez y la revisión de este infierno: es la evidencia de que esos niños amamantados por el odio, la avaricia de la ternura humana, conservan en la niñez de su ser un fondo de inocencia, generosidad y alegría, merecen una sociedad menos egoísta, menos hipócrita que sepa poner en sus manos algo mejor que el metal de los fusiles. Buscando, por lo contrario, como sociedad, invertir los valores, brindándoles un futuro que lo único que merezcan, para ellos un país que les dé dignidad, amor, educación, trabajo y futuro.
El verdadero propósito debe manifestarse en el deseo de construir una sociedad, que anhele una libertad con justicia, que busque siempre el bien y la verdad. Una sociedad que busque la paz, que valore y ame la vida humana, una sociedad que defienda los derechos humanos y la justicia social. Esto se logra en una sociedad que anhele el diálogo, la empatía, la confianza, la unidad, el amor de los unos por los otros. La paz anhelada requiere una transformación interna que nos permita enfrentar la vida con coraje, entendiendo que ella es un regalo de Dios; que en su esencia busque, desde lo profundo de nuestro ser interior, los deseos de Dios, basados en la fe que hace todo posible. La construcción de la paz, esa paz que sobrepasa todo entendimiento, y nos hace verdaderamente libres. Generar valores humanos en su esencia divina, haciéndolos semejantes a nuestro creador.
Una sociedad que busque erradicar la pobreza, o mitigarla día a día, garantizando el respeto por la vida, los derechos humanos, y así alcanzar para siempre una paz sostenible. El fin es justificar los medios para buscarla y alcanzarla, definitivamente. Que sea un propósito de todas las esferas, de nuestra sociedad, y los entes gubernamentales, para luchar por ella para buscarla y lograrla.