Fronteras porosas, burocracia ineficiente, déficit fiscal y desangre de nuestras FF. AA. que casi no pueden llegar a los laboratorios clandestinos; a esto se suman el desplazamiento y desarraigo humano. Nos certificaron: país paria y amigo de la dictadura. He releído el discurso del magistrado Jorge Enrique Ibáñez en el XX Conversatorio de Jurisprudencia Constitucional hace algunas semanas. A pesar de no ser abogado, zumba en mis oídos y mi mente su discurso. Ante la gran amenaza que los dependientes de las redes sociales han difundido de la posibilidad de no tener elecciones para Congreso y Presidencia en 2026, quiero persuadirnos: no entremos en pánico y evitemos ese mantra. Sí tendremos elecciones y si, por si acaso, como quiere el Sr Montealegre nuestro Fouché, insisten en cambiar nuestra Constitución, recordemos las palabras del magistrado y presidente de la Corte: “Los jueces constitucionales velamos por que ninguna pluma arbitraria borre lo ya consensuado”. Sigue el magistrado: “La democracia no es solo posible, es indispensable, y encuentra en el constitucionalismo los mecanismos para equilibrar el poder y garantizar la participación ciudadana”. No voy a repetir el inventario de la destrucción de nuestro estado nacional en estos 3 años, ya eso es pan de cada minuto; mucho menos el déficit y errático manejo de la caja del Estado... eso ya lo sabemos todos; mucho menos los incoherentes discursos y regaños del presidente a sus colaboradores. Hoy, debemos entender que hemos sido certificados, como hace 28 años (pesadilla), como país paria. El idioma existe para usar las palabras correctas. Quien sea elegido debe ser el mejor, el más capaz será el menos popular presidente que tendremos en el siglo XXI, pero será el dique de contención a la barbarie, quien reorganice el Estado para las generaciones venideras. Muchas democracias han sido devastadas poco a poco; en Colombia la erosión política ha querido deforestar la institucionalidad. Jueces y congresistas han conseguido detener la avalancha de desaciertos, errores y desafueros. Colombianos, unidos podremos evitar perder lo conseguido con sangre, sudor y lágrimas en 200 años de vida republicana. Todos debemos defender las elecciones del 2026, cada uno desde su grupo familiar, amigos y algunos, en los partidos que militamos doctrinariamente para cuidar lo que va quedando de la democracia. El próximo gobierno está obligado en impulsar un nuevo sistema político, los futuros colombianos no deben heredar tanta corrupción del presidencialismo asfixiante. La descertificación con el “waiver” (contentillo) es el resultado de datos y no de relatos. Las cifras no mienten, si aumenta la incautación es relativo a un incremento absurdo de producción, porque a mayor (muchísima) producción, por supuesto que hay más incautación, además... la no extradición y menos erradicación no son discutibles. Son reales. El 2026 va porque va y no nos dejemos engañar por métricas. La verdadera encuesta es en las urnas.