La Autopista Verde, como la ha denominado la Alcaldía de Cartagena, es un proyecto de infraestructura vial para el cual el gobierno distrital ha solicitado la autorización de 139 mil millones de pesos en vigencias futuras. Se presenta como una de las obras más significativas para la movilidad de la ciudad, con más de diez kilómetros de un corredor moderno que promete reducir drásticamente los tiempos de desplazamiento, mejorar la conexión con la Vía al Mar y beneficiar a más de ciento cincuenta mil habitantes que hoy dependen de vías precarias y de recorridos interminables. No hay duda de que Cartagena necesita infraestructura de esta magnitud, capaz de responder a sus problemas de movilidad y de integración territorial. Sin embargo, la discusión no puede quedarse en la dimensión técnica de la obra ni en su capacidad de conectar puntos distantes en menos tiempo, porque el verdadero reto es cómo garantizar que este proyecto se materialice sin repetir los errores históricos de un desarrollo urbano divorciado de la naturaleza.
En este sentido, el marco de referencia no puede ser otro que el Macroproyecto Parque Distrital Ciénaga de la Virgen, adoptado desde 2006 y recientemente reactivado por orden judicial, junto con el Plan de Gestión Social y Ambiental que la Secretaría de Planeación empezó a formular en agosto de este año. Dichos instrumentos establecen que la ciénaga de la Virgen no es un obstáculo para el desarrollo, sino el corazón ecológico de la ciudad; y que cualquier obra de gran escala, incluida la Autopista Verde, debe articularse a la restauración integral de sus manglares, a la recuperación de sus condiciones hidrodinámicas y a la dignificación de las comunidades que la habitan. Además, será fundamental que la ejecución contemple una oficina de gestión de asuntos sociales vinculada al contrato, que atienda a las comunidades vecinas, canalice inquietudes, brinde información y reduzca los riesgos de conflicto en el territorio.
El caso reciente de Cardique sancionando al Consorcio de Obras Malecón del Mar por la tala de mangles sin autorización, hecho ocurrido el 22 de septiembre es una advertencia que no puede pasarse por alto. Demuestra cómo, en nombre del progreso, se siguen cometiendo atropellos contra ecosistemas estratégicos que cumplen funciones esenciales de regulación climática, control de inundaciones y refugio de biodiversidad. Si la Autopista Verde se ejecuta con la misma lógica de avanzar primero en el concreto y después en los permisos, lo que hoy se presenta como solución podría convertirse mañana en un nuevo foco de conflicto ambiental y social.
Por eso, la importancia de la Autopista Verde no está solo en su promesa de aliviar la movilidad, sino en su capacidad de consolidarse como un proyecto urbano que respete el ordenamiento ambiental, se articule al Macroproyecto y al Plan de Gestión Social y Ambiental, y se ejecute con total transparencia. Esto implica información clara y verificable sobre la contratación, la ejecución y la calidad técnica de la obra, de modo que la ciudadanía tenga certeza de que los recursos se invierten con rigor. Cartagena tiene la oportunidad de demostrar que el desarrollo vial y la protección de los humedales no son caminos paralelos, sino trayectorias que deben encontrarse en un mismo horizonte de futuro.