comscore
Columna

La batalla final entre la razón y la manipulación

Las elecciones del 2026 no serán unas elecciones más. Serán el momento de decidir si Colombia reafirma su carácter de república libre.

Compartir

En Colombia nos acercamos a una de las elecciones más decisivas de nuestra historia: las del 2026. No se trata de un simple cambio de gobernantes, sino de definir si caemos definitivamente en la trampa del populismo radical, el comunismo decadente que ya ha devastado a otros países del mundo a través de la historia. Colombia atraviesa un momento de transformación política profunda, en el que fuerzas de izquierda radical han logrado posicionarse en espacios de poder gracias a un discurso populista que combina elementos de resentimiento social con narrativas de supuesta justicia histórica. Desde mi absoluta perspectiva anticomunista, el panorama exige atención y acción urgente.

Mientras tanto, la derecha y los sectores democráticos se muestran fragmentados. Partidos tradicionales, movimientos ciudadanos y liderazgos personalistas compiten entre sí, dejando el terreno libre para que la izquierda radical se unifique en torno a un relato común. Esa dispersión es el mayor riesgo: dividirse es entregar la patria.

Las elecciones del 2026 no serán unas elecciones más. Serán el momento de decidir si Colombia reafirma su carácter de república libre, alejada de ideologías paupérrimas o si se hunde en el pantano del colectivismo comunista. La izquierda radical jugará con el voto emocional de los jóvenes (como siempre lo ha hecho), de los sectores rurales y de quienes han sido golpeados por la desigualdad. La derecha, si quiere sobrevivir, debe presentarse unida, con un discurso claro: defensa de la libertad, de la familia, de la propiedad privada y de la seguridad como pilares de la Nación.

El voto popular es el arma más poderosa que tiene el ciudadano común. Pero esa arma, mal utilizada, tiende a volverse en contra. Aquí surge la diferencia clave: votar con lógica o votar con emoción.

El voto lógico es el que se hace con la cabeza fría, valorando hechos, programas serios y una visión de país que defienda la familia, la propiedad privada, el orden y la seguridad. Es un voto que entiende que nuestro país no puede sobrevivir si se entrega en manos de quienes predican políticas decadentes.

El voto emocional, en cambio, es la puerta de entrada al desastre. Es el que se deja seducir por promesas vacías, por discursos incendiarios que ofrecen igualdad a punta de pobreza generalizada, por la manipulación de la rabia y la frustración. Ese voto, que suena a esperanza en campaña, después se convierte en miseria, en huida masiva y en censura. La historia de América Latina está llena de pruebas de ello.

O Colombia despierta y vota con lógica, o la ola comunista terminará de arrastrarnos al abismo. No es exageración, es realidad: los enemigos de la libertad saben que el voto manipulado es su vía directa al poder absoluto.

Por eso, abstenerse o votar a la ligera es un acto de traición silenciosa a la nación. Cada ciudadano tiene en sus manos la responsabilidad de impedir que el país se entregue, por ignorancia o sentimentalismo, a quienes pretenden destruirlo desde adentro. El voto en 2026 no será una papeleta: será un muro de contención contra la demolición institucional.

Quien vote con lógica, vota por la vida, la familia, la seguridad y la libertad. Quien vote con emoción, vota por la ruina, el caos y la servidumbre. Así de simple!

Únete a nuestro canal de WhatsApp
Reciba noticias de EU en Google News