Los llamaron los Heráclidas por ser hijos de Heracles. Eran perseguidos por Euristeo, quien, no conforme con haber acabado con Heracles, se dio a la criminal tarea de acabar con sus descendientes. Ella y sus hermanos no tuvieron más remedio que huir.
Solo en Atenas consiguieron asilo y refugio. Euristeo, furibundo, le concedió un ultimátum a la ciudad: o le entregaban a todos los Heráclidas o arrasaría con todos en la ciudad. Un oráculo vaticinó que Atenas solo vencería si sacrificaban a una doncella de sangre noble en honor a Perséfone. Fue oír eso y nuestra heroína decidió sacrificarse y se ofreció como víctima para salvar la ciudad.
Así murió Macaria y desde entonces su nombre se asocia con muerte bienaventurada o muerte feliz, una especie de eutanasia. Eutanasia viene del griego que significa buena muerte, morir bien o morir fácil, sin sufrimiento. Hace casi 400 años, Bacon resucitó el término al exhortar a los médicos a disminuir los sufrimientos y hacer más benigno el último trance del moribundo.
La muerte es uno de los pocos eventos ineludibles para todos. Sin embargo, la actitud de la humanidad ante la vida y la muerte es tan variable como cuestionable. Así, mientras la ciencia ha duplicado la expectativa de vida en los últimos 100 años, llevándola desde menos de 35 años a comienzos del siglo XX a más de 70 años un siglo después, resulta al menos una gran paradoja que durante ese tiempo la humanidad ha usado y abusado del homicidio, genocidio, suicidio y eutanasia como nunca antes en su historia para acabar con la vida. En Colombia, la eutanasia, acción u omisión que acelera la muerte para evitar sufrimientos, era penalizada con condenas entre los 3 y los 6 años de prisión por el artículo 326 de 1980. La sentencia C-239 de 1997 despenalizó la eutanasia y en 2015 el Ministerio de Salud la reglamentó.
En estos 10 años se han realizado 1.044 eutanasias, según el Laboratorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Desclab). El año pasado 1.169 personas pidieron la eutanasia y se aprobaron 352. Una reciente publicación de El Tiempo resume los tres requisitos para la eutanasia: manifestar el consentimiento libre, informado e inequívoco; haber sido diagnosticado con una lesión o enfermedad grave e incurable, y que esta cause dolores insoportables que sean incompatibles con la idea de una vida digna. La edad promedio de los solicitantes es de 62 años y casi el 75% de las solicitudes son de pacientes cuyo diagnóstico principal se relaciona con el cáncer. Es claro que están en su derecho y que el médico puede negarse a practicarla por objeción de consciencia. Ya lo decía el filosofo de La Junta: “No es nada morirse, sino lo que uno dura muerto”.