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Columna

Creer en lo nuestro

“Esta habilidad social tiene una dimensión cognitiva (entender lo que otro piensa o siente) y otra afectiva o emocional (sentir o experimentar esa emoción)...”.

BERNARDO ROMERO PARRA

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El escritor Daniel Goleman en su libro ‘La inteligencia social, la nueva ciencia de las relaciones humanas’ nos habla de que la empatía y el interés por los demás enriquecen las relaciones interpersonales. De igual forma en la visión general creada por IA desde la psicología, se define a la empatía como la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de otras personas, lo que implica ponerse en su lugar para entender su perspectiva, emociones y circunstancias. Esta habilidad social tiene una dimensión cognitiva (entender lo que otro piensa o siente) y otra afectiva o emocional (sentir o experimentar esa emoción), y es fundamental para las relaciones interpersonales y el desarrollo personal.

Basados en la información anterior, consideramos que las comunidades obtienen mayor nivel de desarrollo cuando existen entre sus miembros mayores niveles de integración, lo que implica el reconocimiento de las dimensiones y valores humanos de quienes comparten con nosotros un mismo territorio para vivir juntos y en paz, a pesar de las diferencias de cualquier tipo que tengan las personas. Cartagena, nuestra ciudad, como comunidad macro desde hace mucho tiempo tiene la deuda de extirpar de las costumbres locales el defecto moral de desconocer los valores de nuestros coterráneos, y por el contrario se hace necesario sembrar comportamientos y aptitudes que reconozcan las cualidades dignas de aprecio de quienes han nacido o son hijos adoptivos de estos lares.

Varios ejemplos evidencian lo aquí planteado, uno de ellos es lo que pudo haber pasado en las gestas de independencia cuando dijeron que Pedro Romero, líder de los Lanceros de Getsemaní, era nacido en Cuba, hecho que fue desmentido en investigaciones del historiador Sergio Paolo y el escritor Gustavo Tatis Guerra, quienes no hallaron en Cuba ninguna prueba de su nacimiento. Entonces me pregunto: ¿Se hubiera reconocido el rol histórico de Pedro Romero siendo cartagenero? Otro caso fue lo sucedido con el cartagenerísimo Álvaro José Arroyo, el Joe. Quien después de una enfermedad donde casi lo daban por muerto, huyendo de la dejadez e indiferencia local, se tuvo que exiliar en la ciudad de Barranquilla para continuar su exitosa carrera. Mientras, años más tarde la cantante Shakira dijera: “Barranquilla no sería Barranquilla sin el Joe Arroyo”.

Luego nuestro llamado es a la adopción de una nueva conducta de reconocimiento a los talentos humanos de nuestros conciudadanos, quitándonos esa venda de indiferencia y egoísmo, para resaltar lo noble, bueno y valioso que cada uno de los cartageneros tenemos.

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