Hacia el año 1970 y en forma relativamente similar se empezó la construcción de lo que hoy son los complejos turísticos de Cancún en la costa caribe de México y de Punta Cana, en Republica Dominicana. En zonas aisladas, casi inaccesibles, sin equipamiento ni servicios de ningún tipo, rodeadas una de manglares y la otra de una zona casi selvática, con pequeñas poblaciones de pescadores y a espaldas de los más importantes centros urbanos de esas dos naciones, se fueron erigiendo tal vez los más importantes centros de turismo de playa de la región caribe. Ese proceso que empezó como una aventura, sigue creciendo en todos los aspectos, tanto en construcción hotelera, en impactos en todos los sectores de la economía, como en especial en la generación de ingresos. Se estima que para el año 2024 la llegad de turistas a Cancún fue de algo más de 8 millones de visitantes, y para República Dominicana, con 13 millones de turistas, se calcula que por lo menos 8 millones los aportó Punta Cana. Hoy esas regiones son importantes polos de crecimiento y expansión con sólidos efectos en toda la economía regional y nacional.
Lo que nos debe llamar la atención y ojalá se convierta en tema de reflexión, es que para esos mismos años ya se sabía del potencial que tenía nuestra Isla Barú, con condiciones similares a las de esos dos polos de desarrollo turístico, pero tal vez con más ventajas, pues nuestra isla se encuentra cerca de la ciudad de Cartagena y en esos mismos años se llevaron a cabo sendos estudios sobre su desarrollo turístico por una firma de consultoría que mostró, además de Barú, el potencial de San Andrés y Santa Marta. La Isla Barú es tal vez cinco veces más grande que San Andrés, no tiene las desventajas ni riesgos que posee esta isla y en cambio tiene enormes posibilidades de crecimiento; pero también es cierto que es posible que nadie sepa hoy cuantos hoteles y camas hoteleras haya, cuantos recursos existen por explorar y desarrollar, cuales son los requerimientos de servicios públicos, de vías y de equipamiento, y cuál puede ser la capacidad que tiene para los diferentes tipos de desarrollo que puede propiciar.
A pesar de todas las construcciones que se han venido realizando en forma aislada, sin ordenamiento ni planeación, sin estudios sobre sostenibilidad ni impactos, sin saber con cierto rigor cual es la capacidad de carga y de aprovechamiento de los recursos naturales, sin saber los impactos sobre los bienes y recursos ambientales, aún se puede hablar del potencial que la isla tiene para su desarrollo, que puede ser la palanca que siga transformando el crecimiento de la ciudad y terminar por moldear una extensa zona de desarrollo turístico de algo más de 60 kilómetros de extensión, desde la punta de Barú hasta el kilómetro 42 de la vía a Barranquilla, hasta donde llegan los límites de la ciudad.
Confiemos en que los jóvenes gobernantes y empresarios puedan jalonar procesos de planeación a largo plazo para beneficio de todos.