La historia del derecho romano tiene entre sus principales personajes a Justiniano, emperador del Imperio Romano de Oriente que se enamoró perdidamente de Teodora, de quien se dice ejerció como prostituta.
El emperador Justiniano es conocido por emprender la ambiciosa empresa de compilar las dispersas normas romanas en el Corpus Iuris Civile, considerado el texto jurídico más influyente de la historia, que sentó las bases del derecho bizantino y de los sistemas jurídicos de buena parte de Europa, y que pervive incluso a través de nuestro Código Civil.
La historia de amor entre Justiniano y Teodora tuvo múltiples tropiezos, pues la prostitución era vista como una profesión de mala reputación. Para que el matrimonio fuera considerado legal, Justiniano convenció al emperador Justino, su padre adoptivo y antecesor, de modificar la ley.
La emperatriz Teodora pasó a la historia como una mujer valiente que impulsó a Justiniano en los tiempos de sedición contra su mandato y como socia —más que compañera— del emperador. Además, promovió leyes importantes para los derechos de las mujeres, así como normas que prohibieron el abandono de niños, y otras para proteger a los más desfavorecidos.
Antes de estos hechos, también movido por el amor, el emperador Justino solicitó al emperador reinante “la restitución del estatus de nacimiento libre” de Eufemia, una exesclava, para así poder casarse con ella.
Estas acciones podrían ser criticadas no solo porque hacen ostensible el abuso del poder ejercido por los emperadores romanos, que actuaban y promulgaban normas para favorecer sus intereses particulares; sino también porque fueron justificadas con el precepto cristiano de conceder la redención y el perdón de los pecados de las “ovejas descarriadas”.
Quisiera pensar que a Justino y a Justiniano los motivó reconocer, en sus corazones y conciencias, el derecho de estas mujeres a ser tratadas con igualdad; aunque sería ingenuo considerando las normas draconianas promulgadas por Justiniano contra paganos, herejes y homosexuales.
De Antígona, en cambio, sí hay certeza de sus legítimas razones: el amor por su hermano Polineces fue suficiente para desafiar las leyes de Creonte. A través de esta heroína, Sófocles señaló hace siglos que existen leyes divinas, eternas y universales, con una autoridad superior a la ley de los hombres y que son propias de la naturaleza humana.
Que sea el amor, como parte de la naturaleza humana, la motivación principal que guíe nuestras acciones, relaciones, nuestro trabajo y propósito de vida. Ayer, hoy y siempre, debe prevalecer la ley del amor.
Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.
*Decana de la Escuela de Negocios, Leyes y Sociedad, UTB, giguerrero@utb.edu.co.