La vida de los pueblos se mide también por la vitalidad de sus espacios comunes. En medio del trajín cotidiano, hay lugares que no solo se construyen con ladrillos y cemento, sino que se levantan sobre fraternidad, comunión y esperanza.
Por eso, la reconstrucción del Centro Parroquial de la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Bocagrande no es un simple proyecto de infraestructura: es un acto de fe y de comunidad.
El paso del tiempo había marcado ya el límite de su resistencia física. Era necesario renovarlo, no solo porque los materiales se desgastan, sino porque el espíritu de la comunidad exige un espacio digno que convoque, que acerque y que proyecte.
Un Centro Parroquial no es una obra cualquiera: es el corazón pastoral donde se alimenta la fe, donde se tejen lazos de amistad, donde la caridad se vuelve acción concreta, y donde la parroquia se abre como casa para todos.
En nuestra ciudad abundan las voces que reclaman unidad, solidaridad y encuentro.
La reconstrucción de este centro responde a ese anhelo: será un espacio donde los jóvenes encuentren acompañamiento, las familias formación, los ancianos consuelo y los pobres apoyo.
Cada salón, cada banco, cada rincón renovado, hablará de una comunidad que no se resigna a ver caer sus muros, sino que apuesta por levantarlos con mayor fortaleza y visión de futuro.
Quienes conocemos la vida parroquial sabemos que en ella se siembran valores que trascienden lo religioso: allí se aprende a escuchar, a respetar, a trabajar en equipo; se cultivan la solidaridad y la corresponsabilidad social. De ahí la importancia de apoyar esta obra, que no solo dará un techo nuevo, sino que volverá a ser semillero de ciudadanos comprometidos con el bien común.
Por eso, me uno con alegría a la gran mayoría de voces de nuestra comunidad que respaldan esta iniciativa.
Reconstruir el Centro Parroquial es apostar por un futuro de mayor fraternidad, de más cercanía pastoral y de servicio que fortalezca la vida de todos.
No es un proyecto de unos pocos, sino un compromiso colectivo que nos recuerda que una comunidad viva se sostiene sobre su fe, pero también sobre su capacidad de soñar y construir juntos.
Que esta obra sea, pues, un signo de unidad y de esperanza: un nuevo corazón palpitante al servicio de nuestra gente.