En física, las fuerzas centrípetas son las que atraen un objeto hacia el centro, mientras que las centrífugas aparentan empujarlo hacia afuera. Esa metáfora resulta útil para entender lo que ocurre hoy en la política colombiana: mientras en los extremos ideológicos existen polos de atracción que logran ordenar a sus seguidores alrededor de un líder, en el centro las dinámicas son opuestas y terminan dispersando a sus propios actores.
En la extrema derecha, el expresidente Uribe sigue siendo la fuerza centrípeta por excelencia. Pese a las condenas judiciales y al desgaste natural de los años, mantiene una capacidad de cohesionar a su alrededor a dirigentes y votantes.
En la izquierda, Gustavo Petro cumple un papel similar y ha logrado modificar la tendencia atávica de la izquierda a dividirse en grupúsculos. Allí opera una fuerza centrípeta más potente: todos los caminos de la izquierda conducen al petrismo y a la unificación del Pacto Histórico.
Estas fuerzas centrípetas logran atraer a las orillas del centro, aunque con distinta fuerza. La izquierda se juntará con la centro izquierda en un proceso ya definido que culminará en una consulta interpartidista en marzo, con una posibilidad real no solo de tener un candidato en segunda vuelta, sino de ganarla si ese candidato es de centro izquierda y no del petrismo puro.
La derecha también busca atraer a la centro derecha, pero allí se ve más difícil juntar al Centro Democrático, o a los imitadores de Bukele o Milei, con partidos como el liberal o la U. Ni siquiera se han podido poner de acuerdo en un mecanismo para tener un candidato único.
El panorama en el centro-centro puro también es distinto. Allí no existe un líder único con fuerza de gravedad suficiente sino por una fuerza centrífuga que dispersa a los candidato. Cada figura del centro quisiera encarnar la alternativa, y no suman voluntades para tener un solo candidato para la primera vuelta, lo que garantiza que no pasarán a la segunda.
En 2022 hubo un intento de romper esa inercia con la Coalición de la Esperanza, que reunió a varios de los nombres más visibles del centro. Sin embargo fracasó y los extremos lograron pasar a segunda vuelta de manera el centro quedó reducido a un actor secundario. Hoy, el riesgo de repetir la historia es evidente. En la medida en que no aparezca una verdadera fuerza centrípeta que logre atraer, ordenar y unificar, el centro seguirá siendo víctima de sus propias fuerzas centrífugas.
Para ser alternativa, el centro debe aprender de sus fracasos y construir desde ahora una propuesta unitaria, con reglas claras y un liderazgo compartido que trascienda las ambiciones individuales para convertirse en un proyecto colectivo que sume a diversos sectores con el objetivo de llegar a la segunda vuelta. El escenario ideal es que allí se enfrente a un candidato de centro izquierda: con cualquiera que gane, el país podrá superar la polarización de los extremos.
*Economista.