El país atraviesa actualmente por una ‘policrisis’, en la que se destacan cinco problemas acuciantes: salud, energía, seguridad, déficit fiscal y corrupción. Hoy, abordaré la salud, cuyos indicadores (escasez de medicamentos, EPS quebradas y hospitales cerrados) revelan la tragedia de ser un enfermo en Colombia. ¿Cómo fue que llegamos a esto? Los expertos señalan tres causas, a saber.
La primera es la insuficiencia financiera. En 1993 pasamos de un sistema excluyente que brindaba cobertura sólo al 22% a la población, a uno que había incluido al 99% para el 2022; adicionalmente, las familias pasaron de gastar el 14% de sus ingresos en salud en 1997 a sólo el 3,7% en 2022. Sin embargo, en el 2008 la Corte Constitucional reconoció a la salud como un derecho fundamental autónomo, lo que condujo al aumento de los gastos por fuera del plan básico, y en el 2015, se expide la ley estatutaria de la salud, que estableció la obligatoriedad de cualquier servicio médico requerido para garantizarla.
En la actualidad el déficit estructural esta por el orden de los $20 billones, porque las EPS gastan más de lo que reciben, según lo señala la propia Corte Constitucional y la Contraloría, que constató que de cada $100 se gastan $110. Lo preocupante es que para el 2030 se prevé un acrecentamiento en el gasto de salud debido a tres factores: el envejecimiento de la población, el aumento de las enfermedades crónicas y el incremento en el costo de las nuevas tecnologías.
La segunda es la corrupción. Vasta sólo recordar lo sucedido con SaludCoop, con la EPS estatal Caprecom, con el Cartel de la Hemofilia o con las EPS cooptadas por el paramilitarismo. Transparencia por Colombia informó que entre el 2016 y 2020 el costo de la corrupción ascendió a 1,63 billones en la salud, de los cuales el 46% fueron causados por servidores públicos y el 37% por actores privados.
Y la tercera es la gestión errática del actual gobierno. Con el gobierno actual se profundizaron los problemas estructurales de la salud. La tesis del gobierno desde el inicio es que la salud debía dejar de ser un negocio y convertirse en un derecho, para lo cual propuso una reforma radical de este sector. Ya casi acaba el gobierno y no hay reforma, y si bien se les dañó el negocio a la EPS, la prestación del servicio hoy es peor que hace tres años. El gobierno intervino a las EPS para salvar el sistema de salud, pero el remedio resultó peor que la enfermedad: las quejas y las deudas aumentaron. Y reformó el sistema de salud de los maestros, que presentó como el modelo ideal, pero este también parece empeorar. Mientras todo esto ocurre, los enfermos, los pacientes o sus familiares esperan un milagro.