Cartagena es ciudad agua. Lo ha sido por siempre. Antes más que ahora. Su gran bahía, su enorme ciénaga, su sistema de caños conformaron un sistema hídrico natural perfecto. Flujo y reflujo. Mañana y tarde. Pesca en abundancia. Comunicación sin interrupciones entre sus islas interiores y su inigualable archipiélago. El agua definió su porvenir. Aquella bahía abrigada que embelesó los ojos de Rodrigo de Bastidas en 1501 fue garantía perfecta para establecer en ella una ciudad luminosa brillando en el tiempo.
Aun hoy, sometida a mil ultrajes en sus aguas, Cartagena sigue dependiendo del líquido espumoso de su mar, y del que se mantiene casi agonizante en su quejumbrosa bahía. Contaminada hasta su última gota. Qué decir de la ciénaga de la Virgen, convertida por décadas en vergonzante cloaca a punto de perecer. No se ha dicho todavía en su verdadera dimensión todo el daño que se le ha causado a Cartagena con el agravio a sus aguas. El relleno ha sido su afrenta mayor. Si se hubiese respetado su territorio de agua, su historia de hoy de seguro sería muy diferente. Mucho más atrayente. Abrazada a la naturaleza.
No fue así. Y hay que lamentarlo. Pero la vida sigue y es tiempo de volver los ojos al agua. La bahía interna tiene que ser rescatada. Reivindicada. Volverla orgullo. Hacerla sentir como lo que es: un bien general de Colombia. Redefinirla en lo local como la mayor posibilidad que tiene Cartagena para resolver sus muy agudos problemas de movilidad. La ciénaga de la Virgen no puede seguir siendo la vergüenza sanitaria que tuvimos por años. Tampoco el territorio de invasión atacado por todos sus flancos. Los caños deben ser rescatados, convertidos en vías expeditas para que la población se movilice y se avance hacia un desarrollo armónico con la naturaleza. Como destino turístico la ciudad necesita aprovechar al máximo un bien inigualable: el agua. El transporte acuático aportaría otras visuales.
En 1991 una misión japonesa vino a Cartagena. Propuso un plan futurista que aprovecharía los cuerpos de agua para establecer un sistema de transporte que evitaría al máximo la congestión terrestre. Muchísimo menor que la de hoy. No se hizo nada. Después Edurbe fue encargada de la ejecución del Programa Integral de Caños, Lagos, Lagunas y Ciénagas de Cartagena. La ciudad se vislumbraba como la “Venecia Tropical”. Poco se logró.
Ahora la administración de la ciudad, con la visión y acción del alcalde Dumek Turbay, revive el proyecto de transporte acuático. Materializado, Cartagena sería otra. Por fin, el agua regresaría como fundamento integrador.