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Columna

Niños huérfanos de padres vivos

“Reconocer a los ‘niños huérfanos de padres vivos’ es el primer paso para no seguir abandonándolos...”.

Mayra Rodríguez Osorio

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En el imaginario colectivo, la palabra ‘huérfano’ suele asociarse con la pérdida irreversible de los padres a causa de la muerte. Sin embargo, existe una realidad igual de dolorosa y mucho más silenciada: la de los ‘niños huérfanos de padres vivos’. Esta expresión, aparentemente contradictoria, refleja una situación profundamente injusta y desgarradora, en la que los padres, aún con vida, están ausentes por decisión, por imposibilidad o por negligencia.

Los ‘niños huérfanos de padres vivos’ no viven en cuentos ni en películas tristes. Están en nuestras calles, en nuestros sistemas de protección, en los barrios marginados y también en hogares sustitutos. Muchos de ellos han sido abandonados, entregados a instituciones, separados por orden judicial o simplemente dejados a cargo de otros, porque sus padres no pudieron -o no quisieron- ejercer su rol.

Las razones son diversas: la pobreza extrema, la migración forzada, la drogadicción, la violencia intrafamiliar, la cárcel o, incluso, el desinterés. Pero el resultado es el mismo: una infancia marcada por el vacío emocional, la falta de pertenencia y la pregunta sin respuesta sobre por qué sus padres los dejaron. Estos niños cargan con una doble herida: la ausencia y el rechazo. No solo se sienten solos, sino que, además, saben que hay alguien que debería estar allí..., pero no está.

La herida de estos niños no siempre se ve, pero se manifiesta en su comportamiento, en sus silencios, en su dificultad para confiar o construir vínculos duraderos. Viven una orfandad emocional que muchas veces es más dañina que la física. Y lo más alarmante es que, en muchos contextos, no existen políticas públicas suficientes que reconozcan y atiendan esta forma de abandono.

Como sociedad, tenemos una deuda con ellos. Es urgente visibilizar esta realidad, generar entornos protectores, formar cuidadores responsables, y sobre todo, construir estructuras que acompañen al niño y no lo culpen por una decisión que nunca fue suya. Un niño no debería crecer preguntándose si fue suficiente para que lo quisieran. Todos los niños merecen ser esperados, cuidados, abrazados y guiados.

Mary Ellen Wilson, quien pasó a la historia porque su caso originó la primera agencia de protección infantil del mundo cuando los animales tenían más oportunidad de ser ‘rescatados’ que los niños, la infancia dejo de ser invisible y comenzó a ser como un derecho que debía protegerlos.

Reconocer a los ‘niños huérfanos de padres vivos’ es el primer paso para no seguir abandonándolos en silencio, porque mientras sus padres estén vivos, aún hay esperanza. Y mientras la sociedad esté despierta, aún podemos elegir no mirar hacia otro lado.

Hablando con mi amigo Aniano Morales, me dio luces para este tema que es mas profundo en los barrios populares y periféricos, donde la pobreza y las limitaciones en oportunidades formales son mayores de lo que nos imaginamos.

“Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de ellos es el reino de los cielos”.

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