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Columna

Financiar el bien, la prioridad

“Muchos adquirieron sus propiedades con esa premisa y la legítima esperanza de conservar, de por vida, la vista privilegiada hacia la Bahía...”.

Iván Martínez Ibarra

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En Bocagrande, avanza la construcción de un Centro Parroquial junto a la Iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en un lote que, en su momento, fue donado para uso religioso. Durante décadas, esta condición dio a los vecinos la confianza de que el predio mantendría su vocación espiritual y que en él no se levantaría una estructura que alterara significativamente el paisaje. Muchos adquirieron sus propiedades con esa premisa y la legítima esperanza de conservar, de por vida, la vista privilegiada hacia la Bahía.

Sin embargo, la nueva infraestructura, aunque mantendrá la altura del templo actual, bloqueará parcialmente la vista a la Bahía, de varios apartamentos cercanos. Esa es la raíz de la inconformidad: el paisaje, que para muchos no es solo un placer estético, sino parte del valor patrimonial por el que pagaron, se verá modificado. Esta molestia es legítima, y debe ser escuchada y tenida en cuenta.

Los locales comerciales de dicho centro no son un negocio independiente, ni un cambio radical de uso del suelo. Desde hace décadas, en este mismo lugar ya existían locales, y lo que se busca ahora es organizarlos, modernizarlos y darles un propósito más claro y productivo. El objetivo es asegurar que la iglesia cuente con recursos estables para sostener sus actividades, sin depender únicamente de donaciones esporádicas.

A lo largo de los años, esta parroquia no ha sido un foco de división ni de conflictos. No he visto a sus sacerdotes incitar a la violencia, al irrespeto o a vicios; por el contrario, promueven la amistad, el respeto, la ayuda mutua y las buenas costumbres. En un mundo donde el mal -en cualquiera de sus formas- encuentra financiamiento con facilidad, sostener espacios que promueven el amor, la solidaridad y la paz no es un lujo: es una necesidad urgente.

Puedo decir con absoluta convicción que este proyecto financia el bien. Y solo por eso cuenta con todo mi apoyo y admiración. Apoyar que un Centro Parroquial tenga recursos para educar, acompañar, reconciliar y servir es invertir en el alma pública de Cartagena.

Dicho esto, también reconozco que los vecinos afectados tienen razones legítimas para estar inconformes. Por eso, creo que el camino debe ser el diálogo y la búsqueda de acuerdos.

Este caso nos invita a reflexionar sobre cómo equilibrar derechos e intereses en una ciudad que crece y cambia constantemente. Reconocer la expectativa legítima de los vecinos no invalida el valor social del proyecto, y respaldar el financiamiento del bien no obliga a ignorar impactos urbanos.

El lote se donó para una iglesia, y destinar los ingresos de los locales a sostener su misión respeta esa finalidad.

El nuevo Centro Parroquial no solo servirá a sus feligreses, recordándonos que hay cosas que merecen nuestro apoyo incondicional porque son, simplemente, buenas para todos.

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