Crisálida es un término comúnmente utilizado en biología para describir la fase intermedia en la metamorfosis de algunos insectos como las mariposas, en la que el animal está dentro del capullo, inmóvil por fuera, pero con grandes transformaciones internas. En sentido figurado o literario, salir de la crisálida implica un proceso de cambio, crecimiento o transformación interna de una persona; es dejar atrás una etapa y comenzar otra, normalmente más plena o libre. Podríamos decir que la mayoría de los colombianos estamos viviendo tiempos de gran incertidumbre y pesimismo con lo que está ocurriendo a nivel gubernamental, y en lo que podríamos continuar si no logramos mayoría en las próximas elecciones para la Presidencia del país. Colombia vivirá un ruido intenso de campaña electoral, las promesas se multiplicarán, los discursos serán cada vez más apasionados y las redes sociales se llenarán de información, rumores y opiniones encontradas. Antes de llegar a las urnas, debemos tener nuestra propia crisálida para elegir con cabeza fría y con un corazón consciente para no dejarnos seducir por promesas imposibles.
La metamorfosis empieza en la ciudadanía, en la capacidad de escuchar con espíritu crítico, superar prejuicios ideológicos y de priorizar el bien común sobre los intereses inmediatos. Hoy enfrentamos un escenario de polarización, desconfianza y cansancio ciudadano. Esta situación no debería verse como una condena, por el contrario, debe ser una oportunidad de replantear el rumbo. En medio de la efervescencia electoral, debemos proteger lo más valioso: nuestra unidad. No somos enemigos, somos compatriotas enfrentando retos comunes. La polarización constante debilita, y los problemas que nos aquejan como la corrupción, inseguridad, pobreza..., no distinguen colores políticos.
De otra parte, combatir la desinformación es tarea de todos. No podemos compartir información sin antes verificar, y explicar con paciencia cuando alguien difunde algo falso; es un acto de servicio a la verdad y a la democracia. Colombia es un país de resiliencia y esperanza, tenemos frente a nosotros la posibilidad de entrar en un proceso de transformación real. Si asumimos estas elecciones como nuestra crisálida colectiva, podemos emerger como una sociedad más consciente, capaz de elevarse sobre la división y las opiniones. Solo entonces el vuelo de la democracia será autentico y sostenido.
Los próximos meses no serán solo una prueba para los candidatos, sino para nosotros, porque el destino de Colombia no depende únicamente de quién gane las elecciones, sino de la madurez con que conversemos, nos unamos y decidamos. El verdadero cambio no empieza en las urnas. Empieza en nosotros.