La anécdota de mi padre, Rafael Vergara González, con don Juan Gossaín Abdallah, destacadísimo periodista colombiano, no pierde vigencia y decidí contarla nuevamente ilusionado con exorcizar nuestra perpetua tragedia: El ‘Viejo Rafa’, liberal hasta los tuétanos, autodidacta, solidario, enamorado, lector empedernido, condiscípulo de Rafael Escalona en el Liceo Celedón (Santa Marta), decidió conversar con don Juan después de culminar la edición matutina del Noticiero emitido, en ese entonces, desde la casona de RCN, Centro Histórico, frente al Parque Bolívar, evadiendo el cerco de guardaespaldas y parroquianos agradeciéndole por ser la voz, cantante y sonante, de los que no tienen voz ni esperanza.
Lo planificó meticulosamente: en el momento que abordaba su camioneta blindada, le gritó: - “¡Don Juan! ¡don Juan!, escúcheme solo un minuto, tengo dato lingüístico que le asombrará”, y tocó las entrañas del periodista-escritor, que le ordenó al chofer detenerse. - “¿De qué se trata?” - “Descubrí -dijo jadeante el Viejo Rafa- que al español le hace falta una importantísima palabra y nadie lo sabía: cuando muere el esposo, a la esposa se le llama ‘viuda’ y viceversa; cuando mueren los padres, a los hijos se les llama huérfanos de padre/madre. Pregunto a usted, erudito en estas materias: ¿cómo se le llama al progenitor que, contrariando a Natura, muere el hijo antes que él?”. Gossaín se lo quedó mirando dubitativo: - “¡Carajo! ¡Me corchaste! Investigo y responderé por el Noticiero”. Pasó el tiempo y el Viejo Rafa, oído perpetuo en su radio de pila, no obtuvo respuesta, pero en una ocasión don Juan y yo coincidimos en el Club Unión a un conversatorio promovido por las familias Ambrad, Bajaire y Sáer, motivados por mi columna: ‘El Líbano que no conocí’-
Cuando llegó el turno a don Juan, se me acercó aumentando, al límite, sus roncos decibeles: - “Felicíteme a don Rafa, dígale que hice la tarea: esculqué diccionarios de lenguas vivas y muertas del mundo entero sin encontrar rastro de tan dolorosa palabra, ¿cómo se les dice a los padres que perdieron a sus hijos?, tal como ocurre, constantemente, en nuestro país, contrariando a Natura: deberían ser los hijos quienes sepulten a sus padres”, Y se le tronchó la voz al ilustre miembro de la Academia de la Lengua Española, arrancando aplausos y lágrimas en la concurrencia. Retornando al presente y observando a Miguel Uribe Londoño despidiendo con el alma arrugada, a su hijo masacrado por la ambición, el odio y la violencia, retorna la reflexión, conmovida y contundente, del Hijo Mayor de San Bernardo del Viento: “Dígale a don Rafa que no busque más: ese dolor infinito jamás tendrá nombre”.