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Columna

El hombre promedio: estudio de una plaga

“Y lo peor es que al hombre promedio lo aplauden por migajas. Si se levanta de madrugada una sola vez, ya es ‘el mejor papá’...?

ROSMERY PAOLA ARMENTEROS HERRERA

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Esta semana vi a un hombre en el supermercado, decirle a su esposa embarazada: “Tú carga la caja de leche, que a mí me duele la espalda”. Y lo dijo con voz de víctima. ¿Y saben qué hizo ella? La cargó. Y le dijo: “No importa, mi amor”.

Hombres promedio: 1, dignidad femenina: 0.

Vamos a definirlo. El hombre promedio no está en la cárcel ni en la calle gritando piropos, pero tampoco habla cuando su amigo lo hace. Se burla del feminismo ‘radical’, pero usa frases feministas para coquetear. Reparte likes en fotos de cuerpos, pero no reparte ni un pañal.

Se siente deconstruido porque vio Barbie (ojalá pudieran ver mi cara), pero sigue sin lavar el baño. Y ojo: este espécimen abunda.

Está en tu casa, en tu oficina, en tu cama.

En 1983, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dijo que el trabajo doméstico debería considerarse trabajo real. No pasó nada. ¿Quién cocina?, ¿quién cría?, ¿quién limpia el vómito del niño a las 3 de la mañana? Nena no es él.

Y cuando lo hace una vez, espera aplausos, medalla, un altar; como si barrer el piso una sola vez compensara siglos de explotación doméstica. Compa ubícate.

¿Este hombre tiene salvación? Mmm..., depende. Si escucha, se calla y aprende, tal vez. Si no, que se extinga. Nosotras no nacimos para educarlos, ni para cargarlos, ni para justificarlos, y si tú eres un hombre promedio leyendo esto..., despierta, mi rey. O aléjate.

Y ojo, que cuando una se cansa y se lo dice en la cara, aparece la carta favorita del promedio: “Es que tú exageras”. No, compa, no exagero. Lo que pasa es que estás tan cómodo en tu mediocridad, que cualquier crítica te parece ataque. Si de verdad quieres ser diferente, empieza por algo sencillo: haz lo que nunca haces sin que te lo pidan..., y ya. San se acabó.

Y lo peor es que al hombre promedio lo aplauden por migajas. Si se levanta de madrugada una sola vez, ya es “el mejor papá”. Si cocina pasta, lo graban como si fuera MasterChef. Si cambia un pañal, lo presumen como si hubiera parido. Eso no es ayuda, mi rey, eso es tu responsabilidad. ¡Ejerce tu paternidad!

Además, detrás de cada hombre promedio hay una red de mujeres sosteniéndolo: la mamá que lo crió sin exigirle nada, la hermana que le lava la ropa, la novia que lo perdona todo, la esposa que se parte en dos para que él no mueva un dedo; y mientras tanto, él jura que es independiente. Qué risa.

Comparte esta columna con tu amiga cansada, tu ex que no entendió nada, y tu madre que crió a un “buen muchacho”.

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