El Gobierno Trump está convirtiendo a Estados Unidos en una autocracia. Lo dice una de las especialistas mundiales en el tema, la historiadora y periodista norteamericana Anne Applebaum, cuyo libro ‘Autocracia S.A., Los dictadores que quieren gobernar el mundo’, se ha convertido en un clásico sobre la materia.
El libro describe cómo los regímenes de Rusia, China, Irán, Venezuela y otros han creado una especie de “corporación transnacional” de derechas e izquierdas sin ideología común, pero con un objetivo compartido: preservar el poder y la riqueza de sus élites.
Son tres los pilares claves de esta red de dictadores: Corrupción y Cleptocracia organizada, Tecnologías digitales de vigilancia y represión compartida, y Manipulación de información y propaganda. Así los autócratas convierten los recursos del Estado en riqueza personal, mantienen el poder con represión sofisticada, y usando estrategias de comunicación, para deslegitimar la oposición y socavar la confianza en la democracia.
Cuando se publicó el libro en 2024 Trump apenas era precandidato presidencial y Estados Unidos (EUA) no era una autocracia. En la segunda edición, recién publicada, Applebaum afirma que la red de autócratas ha crecido porque su país “eligió a un presidente que ya no estaba interesado en absoluto en la democracia sino que comenzó a alinear las políticas exteriores e internas estadounidenses con los valores y prácticas del mundo autocrático.”, debilitando las relaciones con los aliados históricos de EUA.
La absurda guerra de aranceles, la cercanía con Putin o las amenazas de anexar a Groenlandia son algunos ejemplos de una política exterior personalizada, incluso patrimonial, diseñada no para beneficiar a los aliados de EUA, sino para beneficiar al propio presidente, a sus amigos y a su familia.
Dice también que se dio un cambio igualmente radical en las actitudes oficiales, tanto hacia la corrupción interna como hacia la cleptocracia extranjera, evadiendo las reglas de conflicto de intereses diseñadas para evitar que los políticos usaran el poder político para enriquecerse.
Varias empresas involucradas en investigaciones regulatorias y de otro tipo donaron al presidente millones de dólares; poco después, Trump despidió a 17 inspectores generales responsables de monitorear la corrupción y las violaciones éticas dentro del Gobierno; los despidos masivos que Musk ordenó en otras agencias reguladoras paralizaron más de 30 investigaciones sobre sus empresas.
Las políticas internas de Trump, según Applebaum, reflejan la misma reorientación: lejos del Estado de derecho, lejos de las instituciones creadas por el Congreso y hacia la personalización del poder, creando así un sistema político diseñado para recompensar a las personas por su lealtad, no por mérito.
Con demandas para intimidar a los medios de comunicación o bufetes de abogados que se atreven a litigar contra él y el uso de propaganda contra jueces, periodistas, denunciantes o cualquiera que se interponga en el camino del autócrata.
Lo inimaginable está sucediendo: el país origen y paladín de la democracia occidental ha caído en manos de un autócrata que puede destruirla. De la reacción de sus ciudadanos dependerá que lo logre.