Recién inaugurado el Hospital Universitario de Cartagena, a los estudiantes de pre y posgrado de Ciencias de la Salud nos deslumbraba aquella maravilla arquitectónica dotada con equipos de altísima tecnología. Una mañana, mientras realizábamos ronda docente - asistencial, evaluando cada paciente, tomando decisiones diagnósticas y terapéuticas, apareció el doctor Alfredo Villamarín Eslava, cirujano maxilofacial, con sus discípulos, a evolucionar los niños recién operados de labio leporino y paladar hendido dejando, junto al mesón, a su hija María Fernanda, coronada, en ese entonces, Señorita Bolívar, quien se apropió de todas las miradas mientras su engreído padre alzaba la voz advirtiéndonos: - “Antes de cada piropo, muéstrenme sus calificaciones”, parando en seco la revuelta hormonal de aquellos machos cabríos.
Alfredo Villamarín Eslava, de cuna humilde, cachaco de nacimiento, cartagenero por adopción, (1933-2011), dejó huellas imborrables en salud y cultura en la Ciudad Heroica, edificando toda una vida de ciencia, arte y humanismo. Su formación académica, de altísimos quilates, le permitió integrar el primer grupo de residentes en la Universidad Nacional, bajo la guía del prestigioso cirujano alemán doctor Waldemar Wilhelm, considerado ‘Padre de la cirugía maxilofacial en Colombia’, quien lo formó con lujo de competencias, credenciales que facilitaron su nombramiento como jefe del naciente servicio de Cirugía Maxilo-Facial en la Universidad de Cartagena y, poco tiempo después, reconocido referente en toda la Región Caribe. Su legado aún palpita, no solo por sus habilidades quirúrgicas, también por su don de gente, los excelsos profesionales que forjó y los incontables pacientes que bendecían sus manos sanadoras. Carismático, artista de nacimiento, rápidamente se integró al ambiente cultural y social cartagenero, donde aún se le recuerda como ser humano sensible, talentoso y misericordioso, quien unió su destino con Gloria De Los Ángeles Samur Esguerra, hogar bendecido con sus cuatro hijos: Alfredo, Gloria Isabel, Viviana y María Fernanda ‘Mafe’, la misma que provocaba requiebros mientras acompañaba a su padre a las rondas del Hospital Universitario.
Pero si hay alguien capaz de retratarlo con lujo de detalles es su cuñado, doctor Roberto Samur Esguerra, de estirpe libanesa, exalcalde de Sincelejo y exgobernador de Sucre, ponderado jurista, educador, galardonado escritor de campanillas, ciudadano ejemplar: “Alfredo Villamarín Eslava no solo fue gran profesional, también excelente persona, solidario, jamás pronunció palabras ofensivas. Pionero de la cirugía maxilo-facial, sus mayores talentos residían en la música: voz privilegiada, interpretaba la guitarra magistralmente durante tertulias inolvidables con su amigo Adolfo Mejía”.
Seguramente -certifica su cuñado que no lo olvida- desde cuando partió al infinito asumió la dirección de los coros celestiales y, sin que sus colegas maxila-faciales lo noten, habita en los quirófanos y, cuando aparecen complejas situaciones quirúrgicas, agarra el bisturí y ensambla milagros restableciendo la salud de sus pacientes y el sagrado derecho a la sonrisa.”