Muy pocas personas en nuestro país pueden negar que la muerte de Miguel Uribe les ha causado una gran tristeza. Probablemente muchos no conocimos al ser humano que dio la vida defendiendo su derecho a trabajar por Colombia; pero muchos pensamos que ha sido una víctima injusta de este país atropellado en que nos ha metido la Presidencia en manos de la izquierda. Nunca vimos tanto odio, rabia, envidia e inquina. El dolor de este asesinato a un ser humano que ya había vivido la tragedia en su familia, el llanto de un padre inconsolable y la entereza de una esposa que deberá criar sus hijos sola, porque a cualquiera se le ocurrió la idea de matar al candidato, nos conmueve a la mayoría.
Sin embargo, hay quienes se alegran de esto solo por pertenecer a las “élites” del país; como si esto fuera un pecado. En nombre de la igualdad mal entendida, los izquierdosos se aferran a discursos que dividen más de lo que une, señalando a quienes sobresalen como la raíz de todo mal y sembrando un rencor que nos ha llevado a caer muy bajo. Sus banderas se tornan en armas para castigar a quienes se destacan por su esfuerzo o talento, como si el éxito fuera un pecado y la superación personal una traición a la causa. En su afán de nivelar terreno, no elevan a los más débiles (los llenan de odio), si no que pretenden castigar a los mas fuertes, ahogando toda oportunidad de progreso bajo el peso de la envidia disfrazada de justicia.
¿A dónde vamos a llegar? ¿A dónde nos van a llevar con tanta locura y decisiones desacertadas? Me asusta ver a Colombia tan polarizada y vuelta ‘M’. Me preocupan las peleas innecesarias con nuestros vecinos y otros países. Me preocupa la incompetencia de quienes tienen el poder. Pero mas me asusta su rabia y el resentimiento social con que gobiernan. Me asusta que los de derecha y el centro no entiendan la importancia de actuar unidos las próximas elecciones. Me asusta que los egos puedan más que los intereses de una nación que ha retrocedido 20 años en el último periodo presidencial. Me asusta la apatía de los buenos y su resignación ante lo que estamos viviendo. Me aterroriza cuando pienso que no es evidente que la unidad de los partidos de derecha y centro resulta fundamental para enfrentar con fuerza y coherencia las próximas elecciones de Senado y Presidencia. Hay que empezar con el Senado para frenar las reformas que han podido detener hasta ahora. Solo con una estrategia conjunta podrán evitar la dispersión del voto y ofrecer a la ciudadanía una alternativa que nos dé tranquilidad frente a los discursos populistas.
Únicamente la convergencia en torno a principios comunes en defensa de la institucionalidad, fortalecimiento de la economía y seguridad ciudadana le darán a la derecha la posibilidad de ganar.