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Columna

Proyectos que no se terminan

“Existen dos opciones para un propietario en torno a la construcción residencial. La primera consiste en comprar sobre planos o recién construido”.

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Los propietarios en proyectos de vivienda no siempre conocen el debido proceso de su gestión y cierre. Las anécdotas recuerdan siempre la mala fama (o las ‘malas experiencias’ de propietarios) que ya hace parte del imaginario colectivo sobre la construcción.

En general, existen dos opciones para un propietario en torno a la construcción residencial. La primera consiste en comprar sobre planos o recién construido. Es como comprar un auto nuevo: la concesionaria o fabricante (la inmobiliaria constructora) preestablece opciones fijas y la intervención del propietario durante la ‘fabricación’ es menor, pues se hace en la fábrica a puerta cerrada.

El fabricante se concentra en entregar y el propietario en pagar lo acordado. Al final, fotos y videos para las redes sociales muestran la felicidad y la satisfacción de los involucrados (al menos mientras aparecen los problemas de posventa).

La segunda alternativa consiste en contratar servicios profesionales para construir desde cero o para remodelar. Para continuar con la analogía, es como vender un vehículo con el propietario en la fábrica todo el tiempo.

Con esta alternativa, los problemas suelen surgir desde el inicio: al calcular los costos, muchos conceptos del presupuesto son muy técnicos, es normal que no se entiendan y todo puede parecer descabellado. Luego de superados, emerge con frecuencia la solicitud de una triada difícil de amalgamar: rapidez, calidad y precios bajos.

Con solicitudes de este tipo, los proyectos no solo están destinados a ‘malas experiencias’; sino que pasan además a ser inviables y con una duración incierta.

La curiosidad del propietario en cuanto al proceso y su indecisión en cuanto a los colores y materiales de cojinería, luces, pintura, entre otros, requiere la elaboración de innumerables cotizaciones, reuniones, actas y suspensiones; por no mencionar eventos exógenos de fuerza mayor, como lluvias, huelgas, festividades locales, entre otros.

Siempre vuelve uno a recordar las veces que ha escuchado con serenidad y gracia, que “los proyectos no se terminan, sino que se abandonan”.

Se trata de una expresión adaptada que se atribuye a Leonardo Da Vinci: “Un trabajo de arte no se termina, simplemente se abandona”.

Si el fabricante no explica con claridad los impactos anteriores o el propietario no quiere entenderlos, el “abandono del proyecto” es inminente: siempre habrá detalles y ajustes que no permiten verdaderamente terminarlo.

Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.

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