En una ciudad tan culturalmente segregada como la nuestra, no es de extrañar que la dominación se ejerza desde afuera. El consabido “divide y reinarás” se perpetúa desde una dinámica centralista que ha restado importancia al histórico aporte del Caribe colombiano a la identidad nacional, desconociendo sus gestos y sus gestas, marchitando su esplendor y marginando su legado. No fueron fortuitas las sucesivas fracturas de nuestro territorio, ni fue casual el fortalecimiento de éticas regionalistas en la expresión histórica de nuestros distintivos, alejándonos del cosmopolitismo que con mejor fidelidad nos define y anima. Cada barrera existente entre caribeños le es útil al poder andino, que toma de nuestra cultura lo que le conviene para nutrir la suya, despreciando de ella todo lo que nos otorgue autonomía.

Etapas históricas del cineclub en Cartagena
RICARDO CHICA GELISLas bohemias cartageneras, donde se ejercían diálogos relevantes, han ido desapareciendo. El individualismo posmoderno terció nuestra capacidad de federarnos, y se ha impuesto en todo ámbito el horario desenfrenado e inhóspito del capitalismo salvaje, donde las personas no poseen valor sino precio. La mayoría apura sus días con el ansia de lo efímero, predominando la artimaña en sus conductas que consagran el que debería ser nuestro lema nacional: “Marica el último”. La guerra del centavo deglutió cada poema posible y le antepuso un sinfín de titulares teñidos de luctuoso sensacionalismo. Ya no hay vivencia sino supervivencia, disipándose lo que siempre nos había significado; y no es que nos haya llegado lo moderno, sino que nos pasó por encima con la aplanadora.
La semana pasada, tras la revelación de mi otredad en esta columna, un anciano de alcurnia me lanzó sarcasmos, invitándome a “café” casi que como se lo ofrecieron a Lorca. Ese convite prometía el escrutinio descarado de mi persona a la luz de conceptos aguados, distando abismalmente de esas tertulias de Mejía en Crespo, donde Candita. Tirria comparable me causan los combos chismosos, que además entre hombres son bulleros y alcoholizados, tratándose de fútbol y cacho, y especulándose la orientación sexual de quien no despliegue suficiente animalidad. Así devaluada la calidad de los orgasmos, poco se puede esperar. Tampoco entre artistas existen espacios para departir sin confrontaciones, con el resultado de que cada quien se encierra en su burbuja y avanza en la desconfianza de los demás.
Deploro que las cancelaciones que operamos entre cartageneros no solo rebajan nuestro protagonismo y menguan nuestra huella en la nación, sino que también nos vuelven más vulnerables al brutal embate de la ignorancia y del olvido que hoy arrasan con Macondo. Aquí propongo tertulias nuevas, auspiciadas por nuestros entes y figuras más destacadas, para propiciar diálogos cultos y respetuosos de la diferencia.