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Columna

La sabiduría está en los libros

“Si subiéramos nuestro promedio anual de lectura a 8 libros, tomando un estándar de 370 páginas por libro, lograríamos un promedio de lectura de 246 páginas al mes”.

Mauricio Ibáñez

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Según la Cámara del Libro, los ciudadanos colombianos leemos en promedio 3,7 libros por año, cifra demasiado baja. Los españoles se devoran casi 11 libros al año en promedio, es decir, casi uno al mes.

Haciendo eco a la brillante columna de hace unos días de Vivian Eljaiek, debo agregar que los libros aportan al lector una sabiduría cuyo descubrimiento es en sí mismo una aventura tan fascinante como subjetiva. Empezando por las columnas vertebrales de las principales religiones del mundo, y siguiendo con las biografías de los personajes más influyentes a lo largo de la historia, los libros ayudan a generar memoria histórica, contenido, contexto y substancia a nuestro diálogo y pensamiento, para abordar temas trascendentales desde diferentes ángulos y formar entendimientos más sensatos, más allá de narrativas acomodadas o idealismos egocéntricos. Leer un libro nunca es pérdida de tiempo. Desde las series escritas como las de Harry Potter, ‘El Señor de los Anillos’, y tantas otras novelas que nos han mantenido comiéndonos las uñas mientras resolvemos línea por línea sus tramas, su lingüística, su estructura, sus misterios y sus personajes, hasta libros de referencia o crecimiento, de amores, conflictos, drama o hermosos poemas, toda lectura siempre invita a sumergirnos en un mundo de almas desconocidas para vernos reflejados en ellos como un solo ser con el escritor, o con sus personajes.

Los esfuerzos que se hacen para incrementar el interés en la lectura es arduo, y hay que hacer más. Ferias, festivales y concursos deberían realizarse más seguido; clubes de lectura y tertulias promovidas por las editoriales, y obvio, empezar a educar para que la lectura sea apetecida por el cerebro moderno. En los años 70 en mi colegio teníamos una hora obligatoria a la semana para leer como parte del currículum, y eso junto al ejemplo de mis padres, fue suficiente para impregnarme de amor por los libros. Quizás, en la nueva educación que requiere el país, 3 o 4 horas de lectura semanal obligatoria podrían ayudar a generar el interés en estas nuevas generaciones tan vacías de profundidad.

Si subiéramos nuestro promedio anual de lectura a 8 libros, tomando un estándar de 370 páginas por libro, lograríamos un promedio de lectura de 246 páginas al mes.

Si asumimos una velocidad entre 20 y 25 páginas por hora, podemos asumir una dedicación de 11 o 12 horas de lectura al mes, o apenas el 2,3% de nuestro tiempo alerta al mes. Con eso duplicamos nuestro promedio actual y seguramente las discusiones sociales o políticas no se centrarían en el último chisme del vecino, ni sobre un realismo mágico que empieza a sonar sobre cotizado y vergonzoso. Si quiere ser más sabio, lea más libros. Así de simple.

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