La historia del Imperio del que formó parte Colombia del siglo XVI al XIX está cuajada de estereotipos, medias verdades y mentiras descaradas. Uno de sus reyes más vituperados ha sido Felipe II, gobernante durante la segunda mitad del siglo XVI, posiblemente el hombre más poderoso del mundo de su tiempo, conocido por haber enviado la mal llamada Armada Invencible a invadir Inglaterra, por haberse casado con la que había de ser esposa de su hijo (Verdi lo narra en su ópera ‘Don Carlos’) y por vestir por entero de negro. Su imagen de rey fanático y cruel, prototipo de inquisidor, tirano consumado, es famosa. Menos conocido es que en su palacio de El Escorial tenía una de las bibliotecas más importantes de Occidente (con una muy relevante colección de libros sobre esoterismo) o que aprobó una de las primeras legislaciones laborales que se aplicaron en Latinoamérica, con el objetivo de proteger a la mano de obra indígena (y española) de los abusos cometidos en las entonces llamadas Indias.
Esta información ha llegado a mí gracias a mi compañera y amiga de la Universidad Autónoma de Barcelona, la profesora Montserrat Solé Truyols, a la que agradezco que me ilustrara sobre tema tan interesante. Fue en 1593 cuando el Rey aprobó una ley que estipuló una jornada laboral máxima de 8 horas para todos los trabajadores de las Indias, ya españoles, ya indígenas. Se aplicaba a quienes trabajaran en fábricas y fortificaciones. La normativa, recogida en la ‘Recopilación de leyes de los Reinos de las Indias’ (Título VI, Ley VI), y que no tenía efectos en España, sino sólo en América, decía así: “Que los obreros trabajen ocho horas cada día repartidas como convenga. Todos los obreros trabajarán ocho horas cada día, cuatro a la mañana, y cuatro a la tarde en las fortificaciones y fábricas, que se hicieren, repartidas a los tiempos más convenientes para librarse del rigor del sol, más o menos lo que a los ingenieros pareciere, de forma que, no faltando un punto de lo posible, también se atienda a procurar su salud y conservación.”
Ahora díganme si una normativa así (la jornada de 8 horas es un logro del siglo XX) es propia de un tirano y si un Imperio que así legislaba es el horror que los que se beneficiaron de su caída nos han contado. Por supuesto, una gota no hace un océano y una cosa es lo escrito y otra lo cumplido; pero, ¿cuántas normas como esta creen ustedes que existían en los territorios franceses o ingleses o, ya puestos, en los reinos indígenas precolombinos?