El ser humano debería recuperarse de él mismo, definitivamente es una obligación de esencia empezar a reconocerse como tal distinguir y estudiar entre lo que significa ser humano y ser persona y después de estar consciente de cuál es su verdadera naturaleza, retomar desde su interior para actuar en concordancia con todo lo que le rodea. Recrudecer las guerras, como lo vienen haciendo, arrinconar al otro hasta aplastarlo, arrasar con todo para conseguir lo que quiere en su locura individual, nos demuestra la decadencia a través del tiempo de lo que es ser persona y, por supuesto, de lo que es haber perdido la noción de responsabilidad y respeto. Haber llegado hasta donde nos encontramos como sociedad, en pugna permanente por la ambición de poder y la no saciedad de cosas materiales.
¿Por qué en vez de ayudarnos los unos a los otros existe la tendencia de pelar los colmillos, marcar territorio y ser un depredador inmisericorde? A veces estamos como perros que se muerden la propia cola pensando que es algo que se mueve y que le quiere hacer daño. Muchos vivimos temerosos de que alguien nos ataque, ya caminar por las calles es inseguro, estamos expuestos a lo que sea y finalmente sí que lo estamos, bombas, atracos, secuestros, peligros, vuelven a recrudecerse, toman fuerza y las pugnas políticas y las aberraciones por adueñarse de las cosas y personas es una constante de muchas aristas, en el juego de la vida donde somos fichas movidas al antojo de los demás.
En “La condición humana”, Arendt examina las actividades esenciales de la vida humana dividiéndolas en tres categorías: trabajo, obra y acción. Explora cómo estas actividades configuran nuestro mundo y nuestra existencia, destacando la importancia de la esfera pública y la acción política para la libertad y la auto-realización. En el libro critica la modernidad por su tendencia a subordinar la acción y el discurso a la esfera de lo social, lo que lleva a una pérdida del espacio público y una disminución de la capacidad humana para la iniciativa y la inseguridad. Vemos en los titulares, y vivimos las noticias que invaden nuestros hogares desde la pantalla chica, las verdaderas atrocidades en un constante sinsentido persiguiendo no sé qué detrás de un pedazo de tierras o creencias religiosas inventadas por el mismo humano para seguir ejerciendo su salvajismo amparados por un traje de frac, corbatas de seda, turbantes o simplemente rostros elocuentes con corazón con pensamientos inaceptables.
A muchos nos duele, más les duele a los que están padeciendo ese horror, el hambre, la sangre, la mutilación, la locura, la impotencia de caer tan bajo sin tener culpas de nada. Vivimos en un planeta que todo lo entierra y seguimos indiferentes y subyugados hasta que la muerte toque a nuestra puerta. ¡Qué dolor! Mientras el poder y la ambición reinen, sálvese quien pueda.