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Columna

Con sangre se cura la deshonra

“En nuestro caso, ¿a qué iban al cine los cartageneros en la época de oro del cine mexicano? A aprender a ser machos, románticos, a expresar sentimientos...”.

RICARDO CHICA GELIS

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La película ‘Allá en el rancho grande’ (1936), de Fernando de Fuentes, narra la amistad entre el hacendado Felipe y su caporal José Francisco, la que se ve amenazada por una serie de enredos y malentendidos alrededor de la virginidad de Crucita, una joven campesina de la que José Francisco está enamorado. Las equivocaciones se van resolviendo entre coplas, bailes y canciones. La película nos lanza de personaje en personaje, de manera que, su expresividad emocional proviene de las grandes escenas del melodrama, llenas de histrionismo y sentimentalismo, con la aspiración de comunicarlo “todo”.

Todos los recursos expresivos de puesta en escena trabajan para transmitir estados interiores. Cuando, en medio de una cantina abarrotada, José Francisco se entera del deshonor causado por la supuesta traición amorosa de Cruz -quien será su futura esposa-, este busca ajustar cuentas con celos furiosos. Frente a frente, Cruz implora ante un humillado José Francisco. Aparece en escena Felipe y José Francisco lo reta a duelo, pues al parecer, el primero, quiso ejercer su derecho de pernada con Crucita. “Con sangre se cura la deshonra” dijo el segundo.

La música ocupa un lugar central al momento de postularse como una importante pista sobre los sentimientos de los personajes. De otra parte, el conocimiento ilimitado se crea, pues, en diversas formas. Cortes a acciones próximas, entrecruzamiento de diferentes líneas de argumento, seguimiento de varios personajes de una localización a otra: todo amplía el ámbito de conocimiento en ‘Allá en el rancho grande’.

¿A qué iba el mexicano al cine? Pregunta el intelectual mexicano Carlos Monsiváis. “A aprender a ser mexicano”, se contesta; cabe preguntar en nuestro caso, ¿a qué iban al cine los cartageneros en la época de oro del cine mexicano? A aprender a ser machos, románticos, a expresar sus sentimientos cantando, declamando, bailando y actuando el amor y el odio de forma melodramática. Manifestaciones de una ideología instalada en el consumo, en los intereses de cada quien por salir adelante y de ser respetable en una ciudad cuyas dinámicas sociales eran parecidas a las vistas en el cine, es decir, un código melodramático que vincula mundo del cine, con el mundo de la vida cotidiana.

‘Allá en el rancho grande’ se seguía proyectando en los cines de Cartagena en el año de 1954 (El Universal, 19 de septiembre, 1954, Página 12), lo que da cuenta del aprendizaje barrial de un mismo contenido melodramático con que el público se regodeaba, pues la película fue guía de un saber y un goce colectivo dados en imágenes mentales, sistemas de sentimientos y conductas aceptadas. Así las cosas, mucha era la gente que se sabía la famosa canción, y aunque hoy está en el olvido social, persisten las prácticas del machismo feudalista.

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