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Columna

Invitación a la rebeldía

“Rebelarnos ante la falsedad de quienes azuzan y aumentan entre nosotros la polarización dañina...”.

Ignacio Madera Vargas

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Jesús de Nazaret vivió una experiencia de intimidad con el Dios, a quien llamó padre y su padre. Relacionarse con Él de esa manera no fue bien visto por los dueños de lo religioso y los gremios del poder en su tiempo. Los evangelios nos presentan claros episodios en los cuales estos no solo se oponen a su predicación del Reino y sus exigencias de conversión, sino que buscan ponerle a prueba acusándolo de blasfemo y alborotador del pueblo.

Es evidente que los primeros seguidores, al leer la vida del Jesús de la historia, a la luz de la resurrección, lo caracterizaron como alguien en rebeldía con relación a las leyes judías, la manera de relacionarse con Dios, la preferencia por los pobres, excluidos y víctimas. Podemos pensar que desde estas actitudes estamos llamados a una rebeldía diferente a la que vimos en los episodios bochornosos de la sesión del Congreso el pasado 20 de julio, proponiendo la capacidad de disentir sin insultar y alborotar, de informar y dar razón de lo realizado sin mentir y de tener la mínima compostura que, en no pocas ocasiones, creemos no tienen los humildes, pero más bien no la tienen los llamados padres y madres de la patria. Y ello es rebelarse contra comportamientos insensatos.

Rebeldía de Jesús al denunciar la hipocresía en ese texto hermoso de Mateo 23, que te invito a buscar en este día o cualquier otro y leerlo con lentitud y sincero deseo de encontrar la profunda necesidad de la verdad y la urgencia de rebelarse contra todo lo que no es señal de madura capacidad de escuchar; porque nos hemos acostumbrado a retacar sin esperar la conclusión de una frase, un argumento o un relato. Rebelarnos ante la falsedad de quienes azuzan y aumentan entre nosotros la polarización dañina que solo conviene a los que quieren pescar en río revuelto para lograr sus intereses mezquinos. Rebeldía de esta manera no genera violencia ni maldad, sino pone freno a lo que no construye humanidad ni produce frutos de amor.

Nos vamos aproximando a unos días en los cuales será necesario el discernimiento sereno, porque, como sociedad, hemos ido más allá del fondo y no logramos unos mínimos de respeto a la dignidad de las personas y a la primacía de la urgencia de la lucha contra el hambre, la falta de techo y de trabajo, de tantos y tantas colombianos y colombianas.

Rebelarse contra la resignación que nos carcome la conciencia porque vamos perdiendo la compasión y urge ser capaces, como en el episodio evangélico del buen samaritano, de despojarnos de luchas ideológicas dañinas para ocuparnos de los que sufren ante la indiferencia de los que continúan sin aceptar que no somos enemigos sino hermanos. Hacerlo así es rebelarse para que, escuchando y discerniendo, seamos capaces de actuar en la libertad de los hijos e hijas de Dios.

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