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Columna

El disco quedó pendiente

“Esta inclinación por la música y el folclor la disfrutamos, es una vocación que forjó nuestro modo de ser…”.

Willy Martínez

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Muy niños, en Manga, tuvimos conjunto musical en la casa de Rafita (el Pichi) Espinosa Milanés. Su padre, muy amigo de Toño Fuentes, nos estimulaba diciéndonos que fuéramos perseverantes porque pronto grabaríamos nuestro primer disco.

Rafa, mi hermano, era muy diestro con los bongoes (hasta hace poco los tocaba como espontáneo en la Vitrola. El Alzheimer acabó con su inspiración y con su ritmo). Se nos unió Héctor Cabarcas, un cajero extraordinario; Joche Manzur, guacharaquero incansable, dormía con ella debajo de la almohada y la rascaba a media noche. Yo cantaba la música de Calixto Ochoa y los trabalenguas de Eliseo, todavía los canto con soltura y sin tomar un solo trago. Esta inclinación por la música y el folclor la disfrutamos, es una vocación que forjó nuestro modo de ser. Por supuesto que todo lo que el papá de Rafita nos decía se fue diluyendo con los años. Su hijo, nuestro genial acordeonero, se fue para los Estados Unidos. Joche no consiguió trabajo como guacharaquero en los Corraleros de Majagual y le siguió los pasos a Pichi. Varios partieron a estudiar en Bogotá y el grupo se desintegró. Aprendimos del papá del Pichi mucho de “La Guarachera de Cuba”, Celia de la Caridad Cruz Alfonso, la inolvidable Celia Cruz. Fue Víctor Nieto quien la trajo por primera vez a Colombia en octubre del 54. Una larga historia para contar. Por cuenta de nuestro conjunto en Manga, Rafa Martínez quedó inquieto con la música y forjó una cercana y sincera amistad con Sofronín Martínez y su hijo Luis Fernando, quien tiene prodigiosa memoria. Todos los del conjunto fuimos alumnos de Sergio Morelos, director del grupo Malibú, allí conocimos a la “Michi”, a la sonriente Evelia González y a su esposo, Cristóbal, hijo de Eliseo Herrera. A sus integrantes: “Media Vida”, Robertín y otros del grupo, quienes nos enseñaron a bailar cumbia, mapalé y bullarengue. El Club de Pesca fue escenario y escuela de nuestras inquietudes. Allí el gordo Paz no pasó el casting del Mapalé. En el primer intento quedó privado en la pista. Hubo que llevarlo al hospital, donde lo reanimaron. La pareja del gordo tenía mucho fuego en las caderas, por poco lo mata. Recientemente, con Hugo Bustillo y Amaury Amín, hemos departido en Juan Valdez sobre música y poesía. Les hablo de composiciones que tienen inspiración en mi libro de Manga, en el que Abelardo De la Espriella ha encontrado mucha musicalidad. Todo nace en nuestra niñez, donde el trayecto de nuestras vidas transcurrió cimentando amistades. Nunca faltó el espíritu festivo y el amor. Solo el disco quedó pendiente.

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