Se cumplen diez años desde que la Agenda 2030 fue aprobada por Naciones Unidas y con ella, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se convirtieron en una hoja de ruta ambiciosa para transformar el mundo. Lo que comenzó como una iniciativa de los países para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y asegurar condiciones de equidad, dejó en claro que la sostenibilidad no es una tendencia, es una necesidad vital. Y para las marcas, se ha convertido en la principal apuesta por construir confianza y ganar reputación.

Acoso laboral: ni silencio, ni omisión
Marilyn Espinosa OsorioLograr las metas de los ODS avanza en muchos casos a paso lento, debemos mantenernos alertas si queremos que las condiciones de vida en la tierra sean las mejores para las próximas generaciones. Los efectos reputacionales que esto tiene para las empresas no son menores. Ser sostenibles no es cuestión de narrativas elaboradas, ni reportes hechos a la medida de una sociedad exigente, sino que es ser coherentes porque comprendemos el impacto directo que esto tiene en la credibilidad.
Desde afuera de las organizaciones los clientes, y desde adentro los colaboradores, exigen algo contundente: verdad. Y si el propósito y los principios que una marca comunica no se alinean con lo que practica, inevitablemente será rechazada por quienes observan. La reputación se construye con propósito.
Los líderes empresariales y los estrategas en intangibles están llamados a sellar una alianza inquebrantable, a ser guardianes del relato, pero sobre todo de su coherencia. Tener diálogos honestos que posibiliten el cambio y la transformación son más necesarios que nunca. Preguntarnos si estamos siendo congruentes, o si nuestro compromiso con los ODS es algo más que una estrategia de marca, debe llevarnos a tener reflexiones profundas.
Lograr que la agenda de los ODS y que el propósito corporativo sea una realidad palpable amerita convicción inspiradora, acción genuina. Algo más rentable que los indicadores financieros es la lealtad que ganamos de nuestros públicos. Esa proyección positiva de las organizaciones, que se refleja no solo en compra de productos o servicios, sino en la atracción del mejor talento, abre una ventana de oportunidades en un entorno competitivo.
Y aunque las prioridades de negocio estén siempre en el centro, las organizaciones deben contar con un alma sana. No es casualidad que Laudato Si’ también esté desde hace diez años recordándonos que no debemos abandonar la brújula ética. Las valiosas reflexiones y llamados que hizo el Papa Francisco, hablándole no solo a creyentes, sino a líderes globales que al menos deberían tener una conciencia activa, enfatiza en que el desarrollo económico comienza por cuidar el planeta y asegurar la dignidad del otro.
Reputación y responsabilidad están unidas por un mismo hilo. Estrategia y humanidad deben alinearse más que nunca.