Es altamente previsible que en el informe de calidad de vida que va a entregar el día de mañana el programa Cartagena Cómo Vamos, se encuentren por lo menos dos grandes escenarios, con la posibilidad de una enorme equivocación por quien escribe. Un escenario estará dado por los logros, avances y reconocimientos de la ciudadanía a la gestión del alcalde mayor de la ciudad y a su equipo de trabajo, en aspectos relacionados con infraestructura, movilidad, deporte y recreación, la inversión en obras aplazadas y esperadas casi por 20 años y que en forma intensa se vienen acometiendo. En este aspecto no hay dudas de que Cartagena se está transformando, que se avanza en forma acelerada en la construcción de esa ciudad que por varios lustros se aplazó, que muchos soñamos y que desde el plano nacional e internacional no se entendía por qué no se modernizaba o por lo menos se avanzaba, por qué se dilapidaban los recursos y se respondía a medias a exigencias visibles y que actuaban como talanqueras, como obstáculos para el desarrollo de los sectores más dinámicos y con amplias perspectivas de crecimiento.
El segundo escenario y sobre el cual mi percepción es de resultados poco promisorios, todavía en deuda o aun con calificaciones bajas, es el relacionado con ese amplio concepto de construcción de ciudadanía, pero que se empieza a entender cuando lo asociamos con comportamientos o con percepciones. Por ejemplo, se ha venido planteando recientemente graves manifestaciones de eso que llamamos cohesión social, esto es, ese conjunto de comportamientos individuales, que desconocen o desconfían del grupo social, de la colectividad o de la comunidad a la cual pertenecemos, o de las autoridades e instituciones. Cohesión social que igualmente se expresa en las enormes dificultades para visibilizar y reconocer al otro como sujeto de derechos y aun para reconocernos con responsabilidades y obligaciones. Otro aspecto que sin lugar a dudas va a mostrar resultados precarios es el vinculado con la seguridad personal, familiar o colectiva. Este fenómeno no es una simple percepción o un imaginario. Es una realidad que en forma tozuda nos muestra los riesgos que tal vez todos los ciudadanos enfrentamos en la vida cotidiana.
En este segundo escenario se expresan otros temas como el desempleo, la informalidad, el hambre en importantes sectores urbanos, la precaria alimentación para amplios grupos de población y la perpetuación de la desesperanza sobre el futuro de porcentajes significativos de ciudadanos, en especial de adolescentes y jóvenes. Sobre este segundo escenario, en el que viven diariamente los ciudadanos, es sobre el cual se debe hacer mayor incidencia para lograr efectivamente construir una mejor ciudad, que es simplemente la sumatoria de lo que los ciudadanos viven, sienten y actúan en ella.
*Sociólogo.