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Columna

Un Caribe mozartiano

“La obra —titulada ‘Papagenos del Caribe’— integra melodías y ritmos derivados de nuestro folclor, con motivos de la ópera...”.

Francisco Lequerica

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Con seis años, saliendo del cine tras visionar el ‘Amadeus’, de Milos Forman, declaré solemnemente que yo iba a ser compositor. Mientras los niños de mi edad jugaban al fútbol, yo me absorbía en mi empeño de emular a Mozart, lo cual me expuso a burlas y fricciones. Ya adulto, entendí la importancia de celebrar mis orígenes y descubrí el tesoro cultural que detentamos los caribeños, por lo que mi vida creativa se ha volcado en conciliar estas dos vertientes —academia y folclor— en un legado híbrido pero coherente. Por ello, el reciente encargo que recibí del cuarteto Ortalis, de una obra con referencias explícitas a Mozart, que se estrenará en el Mozarteum de Salzburgo (Austria) el próximo mes de octubre, es motivo para mí de un enorme orgullo que —dada la inexorable deriva mediática hacia el reporte de lo nimio— toca visibilizar por cuenta propia.

La obra —titulada ‘Papagenos del Caribe’— integra melodías y ritmos derivados de nuestro folclor, con motivos de la ópera ‘La flauta mágica’ del genio salzburgués. En esta ópera, Papageno es un pajarero que acompaña al héroe Tamino, encarnando la sencillez y la nobleza de la gente común. ¡Cuántas veces, viendo deambular con su desparpajo habitual a nuestros idiosincráticos pajareros por los barrios del Caribe colombiano, no habré pensado en Papageno! Más allá del desafío estético que representó el sincretismo de elementos en apariencia tan dispares, tuve el reto de escribir para un conjunto instrumental de difícil manejo y poco común en el repertorio universal: el cuarteto de contrabajos. La tesitura grave y el grosor de su timbre condenaron injustamente al contrabajo a un rol disminuido, en el que no se le atribuye el virtuosismo y la versatilidad de otras cuerdas frotadas. Pero los cuatro virtuosos de Ortalis —colombianos de alto desempeño internacional— están dispuestos a disipar tan vetustos estereotipos.

José David Ospina, de Bello (Antioquia), estudió en Amsterdam y es contrabajista principal de la Orquesta del Teatro de Oslo. Yadilton Zorrilla, de Bugalagrande (Valle del Cauca), es colaborador asiduo de la Filarmónica de Viena y se desempeña también en Hungría. Luis Arteaga, de Granada (Meta), está culminando estudios en Weimar (Alemania). Andrés Arroyo, de Sincelejo (Sucre), graduado del Conservatorio Reina Sofía, ha contribuido a la reinterpretación de las músicas del Caribe colombiano desde lo sinfónico, colaborando con orquestas españolas como la del Teatro Real de Madrid, la Sinfónica de Castilla y León, y la Sinfónica del Principado de Asturias. Sorpresivamente, sus estelares carreras tienen poca repercusión en Colombia, a pesar de que dejan —con cada actuación— el nombre de nuestro país muy en alto. Gracias a ellos, el Caribe ingresará al Mozarteum y ese niño de seis años verá su sueño cumplido.

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