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Columna

FUNdamentalmente creativos

“La creatividad ya no es patrimonio exclusivo de las artes. Hoy, más que nunca, es una habilidad esencial para la vida...”.

Natalie Morales Londoño

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Durante años nos han dicho que la creatividad es un don reservado para artistas, pintores, músicos o personas “muy inspiradas”, como si se tratara de una chispa o don divino que solo toca a algunos. El resto, creíamos, se debe conformar con la posibilidad de ejecutar ideas ajenas.

Pero la realidad —y las necesidades del presente— desmienten ese mito. La creatividad ya no es patrimonio exclusivo de las artes. Hoy, más que nunca, es una habilidad esencial para la vida, el trabajo y la transformación de entornos. El Foro Económico Mundial lo confirma: el pensamiento creativo está entre las habilidades más valoradas en el mundo laboral. Las empresas buscan mentes que imaginen, propongan y experimenten. Ya no basta con seguir instrucciones; ahora hace falta explorar, reinventar, pensar y crear.

En su libro “Inteligencia lúdica”, Marcos Cristal invita a desarrollar nuevas formas de pensamiento en el ámbito laboral. Propone una inteligencia flexible, capaz de conectar emociones, experiencias y conocimiento desde una lógica distinta que muchas veces parte del juego y de la libertad de crear sin miedo. Si recordamos “Tiempos modernos”, de Charles Chaplin, veremos cómo los obreros eran sometidos a rutinas repetitivas, sin espacio para la imaginación. La productividad estaba por encima de cualquier pensamiento disruptivo. Esa ha sido la premisa de una educación tradicional en la que se premia la repetición y acumulación de información, mas no la curiosidad ni la creatividad.

Ante la presencia de los desafíos actuales, se necesita todo lo contrario: personas capaces de aportar ideas nuevas, de imaginar caminos distintos y de trabajar en equipo para construirlos. En ese punto, el juego entra como un recurso FUNdamental, parte esencial de una experiencia transformadora, divertida y útil.

El juego activa emociones, compromiso y cooperación. Así lo entendió Microsoft, que convirtió una de sus tareas más tediosas, la revisión de códigos para encontrar errores, en un reto gamificado llamado “Code Review Game”. Puntos, equipos, estrategias y entusiasmo lograron convertir lo tedioso en atractivo, lo aburrido en divertido y las tareas laborales en retos por superar. Como resultado, la creatividad era la constante en sus oficinas. Si el mundo premia la repetición, entonces jugar es un acto de resistencia.

No cabe duda de que quienes se atreven a crear, jugar y transformar, cambian las reglas del juego. Esto es especialmente útil para quienes, aun sin ser artistas, creen posible sacar el máximo provecho a su creatividad.

Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.

*Profesora de la Escuela de Ingeniería, Arquitectura y Diseño, UTB.

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