Ptahhotep enseñaba con el ejemplo el respeto por los demás, la importancia de la justicia y la moderación en lo profundo y en lo mundano. Casi 2.000 años antes de Sócrates enseñó las mismas doctrinas del sabio griego. Imhotep, arquitecto, médico, filosofo, llegó a ser tan grande como las monumentales pirámides que construyó y se convirtió en dios de la medicina y la sabiduría hasta trascender y trasmutar en el Esculapio de los griegos. El Enûma Elish es un poema babilónico sobre la creación del universo que surgió hace casi 5.000 años.
Por arte de birlibirloque todo lo anterior y la valiosa y primigenia cultura oriental fue desplazada y lo que trascendió en occidente se asumió como una creación griega y romana; hasta el punto que aún hoy para muchos nada hubo antes de ellos y todos quienes habitaban por fuera de su órbita eran, como ellos mismos los llamaban, bárbaros.
Durante siglos, Asia, África y América estuvieron subyugados por patrones de pensamiento que llevaron a una visión eurocéntrica. Con las resultas que aún hoy casi todo el mundo considera lo europeo, su cultura, valores y conocimiento, superior a lo propio o autóctono que ha quedado sepultado en el olvido o se ha aceptado como inferior a lo que nos trajo el colonizador.
El colonialismo intelectual se refiere al control y dominación del conocimiento para perpetuar una estructura de poder y una visión que favorece al colonizador. Esto impacta en la producción de conocimiento y en la forma como el colonizado se considera a sí mismo. En el mundo entero el saber se produce o se enseña en instituciones que ejercen control de una u otra forma. Aún hoy, lo que no está escrito en inglés no es creíble en ciencia y lo que sale de una universidad norteamericana o europea es más cierto y válido que cualquier conocimiento surgido por fuera de esas órbitas y por tanto, a este último se le exige una validación por aquellos. De una u otra forma, hemos sido colonizados intelectualmente. Más aún, algunos gobernantes, no conformes con ejercer el poder, dan mayor legitimidad y reconocimiento a sus absurdas opiniones y quereres y pretenden con su autoridad imponer sus teorías sobre lo humano y lo divino para enajenarlo todo, hasta el más ínfimo pensamiento y perpetuarse en el poder. Y lo vemos todos los días, aquí y allá, el conocimiento, la verdad, la luz, no surgen de una cultura decantada en siglos de historia sino de uno cualquiera de esos dioses, ascendidos a tal pedestal por una turba de aduladores o de bodegas compradas con el vil metal y colonizadas por las místicas ideas de esas sectas creadas por tales dioses. Lo decía Foucault: “El poder produce saber… y el saber produce poder”.