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Columna

La deuda perpetua

“En pleno siglo XXI, por todas esas deudas pendientes, ya sean económicas como morales, se han disparado las enfermedades mentales y el suicidio como salida a los altibajos en medio de una sociedad de consumo...”.

LIDIA CORCIONE CRESCINI

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Haciendo un análisis en todos los aspectos de la vida, concluyo de que vinimos a este mundo siendo unas hojas de cálculo. Antes de ser programados, antes de ser concebidos, antes de lanzar un chillido al mundo como una oportunidad de exploración maravillosa de despertar en el descubrimiento de todo lo que nos regala el planeta tierra, ya pertenecemos a una ficha contable del ‘Debe-Haber-Saldo’.

En contabilidad, el Debe y el Haber es el corazón del sistema de partida doble, donde necesariamente entramos en la valiosa frase que aún escucho a mamá: “Cuida los centavos, que los pesos se cuidan solos”, y sigo rondando y hablando en voz baja para entender por qué salimos siempre a deber, es un estigma que viene arrastrando deudas desde los antepasados, marcados por una obligación punzante que nos arrincona y nos da temor, teniendo en ocasiones que agachar la cabeza en medio de semejante vergüenza, cuando somos deudores de tantas cosas. Siempre somos deudores, quizá no morosos en pecunio, pero sí secularizados, ya sea porque no cumplimos con una obligación moral o porque otro nos señaló de que le debemos algo, lo que nos lleva a ‘Salir debiendo a otro a pesar de ser personas correctas’, por aquello de ‘Favor con favor se paga’.

Cuántos no hemos escuchado esta frase aparentemente sensata. Dice Oswaldo Bernal, pero, si les dijera que tras una frase como esta se erige una versión de las relaciones humanas que denomino el ‘afecto transaccional’, donde las acciones y sentimientos, las emociones y los afectos se transan como en cualquier negocio, en un intercambio interesado, calculado y donde se da, pero también se quita; donde se entrega, se recibe, se paga, pero también se cobra. Tener que pagar excesivos impuestos, sentirse tasados por y para todo, desvelarnos por las incontables deudas, quedar atrapados en los fines políticos de los gobernantes de turno, y pagar y pagar por los desastres de los corruptos, es una carga difícil de sobrellevar.

En pleno siglo XXI, por todas esas deudas pendientes, ya sean económicas como morales, se han disparado las enfermedades mentales y el suicidio como salida a los altibajos en medio de una sociedad de consumo, manejada por la guerra de poderes económicos que nos va tragando hasta llevarnos al límite.

“Dime cuánto tienes y te diré cuánto poder tienes”, sentido hipócrita en una sociedad de los que venden su alma al diablo creando una cofradía para comprar votos, lanzando sus migajas a los necesitados, y en medio de todas las artimañas nos meten en una deuda ejemplo del desastre que estamos viviendo. Y entre los dichos ‘Los mendigos no pueden elegir’, significa que los que están pidiendo algo no tienen derecho a exigir condiciones. Alguno de los lectores, ¿ha estado o está exento de deudas de dinero o morales? ¿Qué somos? ¿Acumulación de qué?

*Escritora.

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