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Columna

El rol del pueblo en el cambio político

“¿Fue el pueblo quien inicio alguna de las grandes revoluciones liberales, la inglesa, la estadounidense, la francesa? ¿Fue el pueblo quien independizó Latinoamérica o, al otro lado del océano, quien pidió que se hiciera la Constitución de 1812?“.

Alfredo Ramírez Nárdiz

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Mi querido amigo, el profesor Guillermo De La Hoz, escribía recientemente en estas páginas una columna en la que me citaba. Con gran cariño, que es mutuo, el profesor me afeaba que, en mis columnas en este diario, cuando analizo los fenómenos políticos colombianos e internacionales, no doy la suficiente importancia al rol del pueblo. Me centro mucho en las instituciones y poco en el pueblo. Quizá, la opinión del profesor queda resumida en su frase: “No hay democracia sin demócratas, como no hay república sin republicanos”; es decir, que está muy bien que las instituciones estén bien diseñadas, la Constitución bien hecha y las leyes bien escritas, pero que la base de todo es la ciudadanía, que debe estar educada y concienciada.

No estoy de acuerdo. Nunca lo he estado. Decía Popper que la fortaleza de la democracia necesita muros fuertes, esto es, leyes bien diseñadas, pero también defensores de la fortaleza. La pregunta es: ¿quiénes son estos defensores? El profesor De La Hoz respondería que son los ciudadanos. Si queremos que la democracia sobreviva es necesario que los ciudadanos se impliquen, pues, hasta en el nombre de la cosa, democracia hace referencia directa al pueblo. La idea parece evidente y lógica; sin embargo, desde mi punto de vista, la experiencia histórica nos demuestra lo contrario.

¿Fue el pueblo quien inicio alguna de las grandes revoluciones liberales, la inglesa, la estadounidense, la francesa? ¿Fue el pueblo quien independizó Latinoamérica o, al otro lado del océano, quien pidió que se hiciera la Constitución de 1812? No, en ningún caso. El pueblo se unió (fue unido) después. El pueblo fue la carne de cañón que se utilizó para ganar la guerra de independencia, o tomar la Bastilla, pero no fue el pueblo quien inició el proceso. Quién lo ideó. Quien dijo cómo debería ser lo que vendría después de la revolución. Quienes hacen esas cosas siempre son las élites. Los grupos política, intelectual y económicamente superiores. Suele ser, de hecho, una parte de la élite la que traiciona al resto, para imponerse ella en el poder con la excusa de la revolución. Esa nueva élite es la que impone sus ideas y crea un nuevo modelo. Suele ser la élite dominante la que pierde el poder por dudar de sí misma y de su legitimidad, que diría Pareto. Y el pueblo, como corderitos, sigue al pastor sea uno u otro. Pasaba antes y pasa ahora. Es muy políticamente correcto decir lo contrario. Pero es una fantasía.

*Universidad Autónoma de Barcelona.

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