Nací en Valledupar cuando su población era cercana a 50 mil habitantes. Era un pueblo pequeño y pujante, que se convirtió en capital departamental en 1967. En 1973 la población llegó a 85 mil y doce años después, en 1985, se duplicó al alcanzar los 185 mil. Esos cambios trajeron consecuencias para nuestro vecindario, ya que sufrió una transformación en el uso del suelo y llevó al traslado de los residentes.
Mi familia vivía en la carrera 11 del barrio Loperena, muy cerca del colegio que lleva el mismo nombre. Era una zona de vida de barrio donde nos conocíamos y compartíamos con los vecinos. Todo nos quedaba a una distancia caminable: el colegio, el comercio, los bancos, el odontólogo, el médico, la plaza Alfonso López, entre otros. Sería lo que hoy llaman la ciudad de los 15 minutos, donde se busca que todo quede caminando en ese tiempo.
Con el crecimiento del Valle, eso se fue transformando. El centro funcional que limitaba en la carrera novena se fue expandiendo y llegó hasta donde estábamos, en la 11. Eso trajo un cambio en el uso de los predios de residencial a comercial. Fuimos viendo cómo los vecinos nos mudábamos a barrios más distantes con una vocación residencial. Muchos vendieron sus propiedades o las transformaron para arrendar en actividades comerciales. Hoy paso por la carrera 11 y no es ni la sombra del lugar donde crecí, todo el barrio está enfocado a actividades comerciales.
Con las discusiones actuales por los fenómenos conocidos como gentrificación, me surge la duda de si eso fue lo que experimentamos durante esos años. La gentrificación está asociada a ciertos sectores urbanos que suelen ser habitados por personas que se ven obligadas a moverse a otras zonas porque su barrio comienza a ser atractivo para personas de mayores ingresos o para otros usos. Sin embargo, recordando lo que experimenté con mi familia, evoco con nostalgias esos días de vida tranquila en ese barrio Loperena.
Lo que sucedió en nuestro caso fue consecuencia del avance económico y poblacional de Valledupar. En la actualidad El Valle es una urbe con aproximadamente medio millón de habitantes, que se ha convertido en un proveedor de servicios diversos (educación, salud, restaurantes, comercio, entretenimiento, entre otros) para cerca de un millón de personas, incluyendo sus residentes más los que viven en varios municipios cercanos del sur de La Guajira, centro del Cesar e inclusive parte del Magdalena.
Pensaría que los vecinos del barrio Loperana nos trasladamos por el crecimiento urbano buscando esa vida de barrio que habíamos perdido. Muchos lograron un mayor bienestar en la nueva residencia porque generaron ingresos extras por el arriendo o la venta comercial de los inmuebles. Algunos extrañarán el vivir cerca del centro, pero igual con la expansión urbana se generaron nuevos centros funcionales en otros barrios.