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Columna

Elogio de la lentitud

“Esta realidad explica la dificultad para reflexionar, hacer silencio interior, escucharnos...”.

Ignacio Antonio Madera Vargas

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Alabanza de la lentitud” es el título de un pequeño libro de Lamberto Maffei, médico e investigador italiano, docente de neurobiología, en el cual constata la rapidez con la cual todo va sucediendo, señalando, con claridad y sencillez, que mientras nos vamos habituando a las soluciones directas y rápidas a través de las tecnologías, perdemos la capacidad de pensar y elaborar nuestros pensamientos, porque el cerebro es lento. Pensemos en las calculadoras o las preguntas que hacemos a la inteligencia artificial, buscando la solución rápida, sin detenernos a pensar qué, cómo y cuándo.

Esta realidad actual explica la dificultad que vamos experimentando para reflexionar, hacer silencio interior, escucharnos a nosotros mismos y a los demás. Estamos desafiados a recuperar la lentitud del cerebro sin que con ello neguemos la bondad de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Esa gran capacidad que encontramos expresada en los evangelios en la actitud de Jesús de irse al desierto para en soledad comunicarse con el Padre y prepararse para no ceder a las tentaciones de un mesianismo por el poder, el tener y el gozo desmedido. Es sugestivo en los evangelios el encontrar a ese Jesús orando en los momentos más importantes y definitivos de su predicación del Reino de Dios como su reinado, el reino de la justicia, la verdad y la paz, valores que, entre tantos otros valores realizan la voluntad del Padre y señalan horizontes de compromiso con los favoritos de ese mismo Reino: los pobres, maginados y excluidos del sistema dominante.

El mundo y el país violento que estamos viviendo nos piden no perder ese sentido de la meditación serena, de la reflexión ponderada, del análisis crítico y de la oración confiada que suponen la lentitud de nuestro cerebro en contraste con la rapidez de los sucesos inesperados y el poder de las tecnologías de todo tenor. Hasta el presente, a pesar de que muchos defienden la inteligencia y el pensamiento en los animales, por la pretendida humanización de los mismos, somos los responsables del uso y del abuso de la rapidez y de la pérdida de la capacidad de encontrar a Dios en la profundidad del ser.

Ora y vigila, nos pide Jesús, estar vigilantes porque no sabemos ni el día ni la ora de la partida de este mundo. Con los pies en la tierra y la mirada hacia Dios, gustando los momentos de soledad, de encuentro sincero y sencillo, abierto y espontaneo, sin afanes y prisas para que así la lentitud de nuestro cerebro no se vea atropellada por la rapidez y la insensata prevalencia de las máquinas y los animales que se ofrecen hoy como solución inmediata. Bendita lentitud del cerebro que nos permite gustar el ser humanos capaces de tomar, desde nuestra vulnerabilidad, algo del control de nuestro ser y de nuestras relaciones con los demás.

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