El estruendo amplificado de la farándula y el deslumbramiento que causa su brillo artificial opacan conspicuamente los auténticos logros culturales. La competencia por la visibilidad ha relegado al olvido el prolongado esfuerzo por la trascendencia que hasta hace poco nos movía y conmovía. A menudo, estos sustanciales éxitos deben narrarse por canales alternativos, encontrándose saturadas las vías regulares con información inane y henchida de mediocridad. Por ello, a una semana de que el maestro Francisco Zumaqué cumpla ocho décadas de vida, hago un llamado a la prensa, autoridades, instituciones y público en general, para que no se dejen caer en la omisión de celebrar tan honrosa fecha. Reconocido a nivel internacional como uno de los más ilustres representantes de la música colombiana, muchos recuerdan a Zumaqué por su canción más conocida: ‘Colombia Caribe’, que fue el himno del Festival de Música del Caribe y hoy lo es del fútbol nacional.

Por una democracia más deliberativa
Yezid Carrillo De La RosaLa maestría de Zumaqué seguirá vigente porque brota de un sistema de valores en que las muletillas digitales no entorpecían la gimnasia sináptica ni la frescura creativa, y en que la superación técnica y la acumulación referencial eran moneda obligada para alcanzar la credibilidad. Discípulo de Adolfo Mejía y continuador del espíritu sinfónico del Caribe colombiano, Zumaqué también absorbió tanto los acentos del folclor caribeño y del jazz como las valiosas enseñanzas de la mítica Nadia Boulanger, guía de innumerables genios como Copland, Piazzolla, Glass o Quincy Jones. Su eclecticismo lo sitúa en varias vanguardias: pionero de la electroacústica en Colombia, artista sinfónico internacional, compuso también para agrupaciones del porte de la Fania All Stars y Cheo Feliciano. Su enorme versatilidad musical se refleja en obras como las cantatas ‘Resiliencia en la Tierra’ (cuyo poliestilismo anima palabras de memoria y paz) y ‘Manglares’ (donde el folclor cobra un aura sobrenatural); o en su música sacra, de riqueza incomparable.
Como compositor caribeño, me sería imposible desconocer la influencia de Zumaqué en mi lenguaje, en lo holístico y en lo técnico. En deuda con los hitos que nos ha brindado, conmemoro el cumpleaños de mi tocayo (como gusta de llamarme) con una obra llamada “Zumaquianas”, subtitulada “16 embriones no disecados para piano solo en 4 sonatinas sucesivas con 4 corales luteranos de por medio”. Son 16 piecitas breves que suman más de media hora de música donde convergen múltiples estilos, tomando el evocado espíritu sinfónico del Caribe como eje técnico, formal y emocional. Este 18 de julio, el compositor quebequense François-Gabriel Madden, quien patrocinó esta obra, interpretará al piano su “Zumaquiana” preferida para desearle a su también tocayo larga vida y larga obra. ¡Felicidades, tocayo!