En mi columna del 11 de abril advertí que la crisis de los aranceles desviaba la atención sobre el riesgo de descertificación en la lucha antidrogas en septiembre, con graves consecuencias para la cooperación de Estados Unidos, a lo cual no ayuda el aumento de cultivos y de producción de cocaína.
Recomendé entonces algo obvio: atender lo urgente: la crisis arancelaria buscando negociación directa, sin desatender lo importante: la recertificación, evitando confrontaciones, algo no tan obvio para un gobierno que ideologizó las relaciones internacionales, desprecia la diplomacia y las advertencias, y propicia la confrontación con el país de la “codicia capitalista”.
El 15 de enero, el confirmado secretario de Estado, Marco Rubio, lanzó la primera advertencia al calificar como organizaciones narcoterroristas al Eln y las disidencias de las Farc, grupos ilegales protegidos al amparo de negociaciones en el marco de la paz total. En su discurso de posesión, el 20 de enero, Trump ratificó que los carteles de la droga eran “organizaciones terroristas extranjeras” y expidió una orden ejecutiva para enfrentarlas.
El mismo mes, Petro impidió el aterrizaje de dos aviones con colombianos deportados; Trump reaccionó con aranceles del 25% y Petro, cual David sin cauchera, ripostó con 25% a los productos estadounidenses. Basta conocer la balanza comercial para saber quién perdía. Menos mal, se conjuró lo que habría representado el colapso económico.
El 1 de abril, la Oficina para Control de Drogas de la Casa Blanca publicó el “Statement of Drug Policy Priorities”, con una tajante advertencia: “Donde un país fuente no tome acciones, la Administración ejercerá sus poderes económicos para exigir cambios”. ¿Más claro…?
Días después se da la reunión de Petro con la secretaria de Seguridad de Trump, que la califica de “polémica” por el tono de ácida crítica del presidente y la valoración de los bandidos del Tren de Aragua como “personas que necesitan amor y comprensión”.
Súmenle la “escapada” a una peligrosa ciudad de Ecuador sin explicación creíble; la suspensión de la extradición de alías “HH” y de “Mocho Olmedo”, que Petro justificó con unas ¡avanzadas! conversaciones de paz; y para rematar, los audios de Leyva y el enésimo golpe, con presunta participación de senadores estadounidenses y del secretario de Estado.
Epílogo: se llenó la copa. Marco Rubio llama a consultas al encargado de negocios y otra vez David le lanza un pedrusco a Goliat, llamando también a consultas a nuestro embajador.
Ya suspendieron visas a funcionarios colombianos. Y ahora… ¿acaso los aranceles y la debacle económica, o el septiembre negro de la descertificación? ¡Ah… los tiempos de la diplomacia!