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Columna

Mágica velada

“Cenelia recordó que una noche el pintor Alejandro Obregón se arrodilló ante ella en La Quemada, pidiéndole algo especial…”.

Eduardo García Martínez

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El auditorio del Palacio de la Proclamación se fue llenando poco a poco de un público expectante que quería estar en el acto de presentación del libro de memorias de Cenelia Alcázar, la gran artista cartagenera que hace poco cumplió 90 años y se mantiene vigente en el escenario, interpretando canciones que enamoran en su voz de soprano que “dibuja y colorea de matices a la ciudad de sus queriduras y amores sublimes”, como lo dice el filósofo Enrique Luis “Quique” Muñoz en el prólogo de la obra.

Cuando Cenelia subió al escenario se escuchó el primero de un sinnúmero de aplausos para la Dama del Bolero, toda vestida de blanco y con la mejor de sus sonrisas adornándole su rostro cobrizo. Boris García, impulsor del libro, conmovió casi hasta las lágrimas a la artista, a quien llenó de elogios por su desempeño en el canto, su decencia, su encanto personal, su sincero amor por Cartagena. También fueron muy emotivas las palabras del capitán Alfonso Salas Trujillo, de la Sociedad Portuaria Regional de Cartagena, y el cantante Carlos Vives, quienes en video expresaron su afecto por Cenelia y destacaron sus muchos méritos como artista e intachable ser humano.

Pronto llegaría el conversatorio en el que participaron Cenelia, el historiador Alfonso Múnera Cavadía y el filósofo Quique Muñoz, tres personajes nacidos en el barrio Torices, en el que Cenelia inició su carrera musical cantando en el coro de su iglesia, orientada por su hermana Bertha. Se escucharon entonces voces cargadas de sabiduría barrial, cartagenidad, musicalidad, anécdotas amarradas a la legendaria taberna La Quemada, donde Cenelia cantó durante 28 años envolviendo con su voz a miles de cartageneros y turistas que iban al legendario lugar, construido como una taberna inglesa para filmar apartes de la película Quemada, dirigida por Guillo Pontecorvo y con actuación de Marlon Brando y el palenquero Evaristo Márquez.

Cenelia recordó que una noche el pintor Alejandro Obregón se arrodilló ante ella en La Quemada, pidiéndole algo especial mientras los presentes en la taberna pensaban que “se le estaba declarando”, como ella misma lo narró entre risas. Obregón lo que quería era que Cenelia cantara en la iglesia de San Pedro el Ave María de Schubert, durante un oficio religioso familiar. Así lo hizo.

Para cerrar la mágica velada, Cenelia cantó boleros y sones, Sabor a mí, Noches de Cartagena, La gloria eres tú, entre otros, acompañada por músicos de Sabrosura/El musical, y la actuación especial del médico y pianista Sergio Girado. Aplausos, muchos aplausos.

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