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Columna

Periodismo vs. banalidad

“Tapia no es una celebridad, es un símbolo de los males estructurales que han saqueado lo público en Colombia...”.

Javier Ramos Zambrano

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La entrevista que no fue —la de Emilio Tapia en el programa Desnúdate con Eva— recuerda una de las lecciones del periodismo: la corrupción no puede convertirse en espectáculo, ni en entretenimiento que busca likes. Tapia no es una celebridad, es un símbolo de los males estructurales que han saqueado lo público en Colombia. No se puede normalizar el delito ni mucho menos presentarlo en clave de comedia, erotismo o banalidad.

Tapia fue condenado por corrupción en el escándalo de Centros Poblados, que comprometió recursos destinados a conectar con internet a escuelas rurales del país. Ya había sido sentenciado antes por su rol en el “carrusel de la contratación” en Bogotá. Hoy, goza de casa por cárcel.

El problema no es entrevistar corruptos. El periodismo debe hablar con todos, incluso con los villanos. El verdadero dilema ético aparece cuando esa conversación no se convierte en una herramienta para esclarecer, sino en una vitrina para humanizar al delincuente sin cuestionarlo a fondo. Lo que indignó a la audiencia del avance que se publicó —más allá de que la entrevista completa no vio la luz— fue el tono ligero, casi festivo, con el que se abordó el hecho de haber concebido una hija durante visitas conyugales en prisión. Lamentable que en lo viral prime la “anécdota picante” sobre un escándalo que costó recursos, confianza y oportunidades a millones.

La falta de criterio en casos como estos puede convertirse en una peligrosa señal de que el crimen paga… y hasta entretiene. El periodismo no está para eso, ni para que la opinión pública termine celebrando la astucia de los malandrines. Está, o debería estar, para hacer preguntas que incomoden, que desenmascaren, que expliquen los mecanismos del fraude y que le den herramientas al ciudadano para no repetir la historia.

Se confirma en este episodio una tendencia que alguna vez advirtió la periodista Yolanda Ruiz, corresponsable del Consultorio Ético de la Fundación Gabo: “Hemos caído en un círculo vicioso en el cual circula más lo que es más emocional. Y lo más emocional tiende a ser lo menos de fondo”. Así, tristemente, el “periodismo” que más se consume es, a menudo, el que menos explica y menos indaga.

Dicho esto, vale la pena anotar que Eva Rey reconoció su error, no intentó justificarlo. No culpó al algoritmo, ni a su equipo, ni a una malinterpretación del público. Dijo, visiblemente arrepentida: “La cagué”. Y eso es importante.

Ojalá este caso sirva para recordar que el periodismo no está para entretener con el crimen, sino para hacer memoria, para ayudar a comprender. Y también para que quienes ejercen este oficio entiendan que errar puede ser parte del camino, pero rectificar —con humildad, de cara al público— también lo es.

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