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Columna

La ciudad y el señor Amor Buendía

“En el Mes del Padre quise honrarlo aquí, porque así como él, Cartagena está llena de hombres honrados que han trabajado amorosamente por ella, y por sus hijos...”.

MARTHA AMOR OLAYA

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La luz se filtra por entre las rendijas de puertas y ventanas, o por cualquier hueco que tenga entrada hacia la casa. Entonces lo público no solamente está afuera. Entra e invade cualquier resquicio de privacidad o al revés, lo privado entra y sale por esa bisagra invisible que lleva a la calle lo nuestro o por el contrario, trae lo que es de todos hacia nosotros.

¿Quién puede llevar por apellidos Amor Buendía? Es demasiada fortuna para una misma persona, pensarán algunos. Pues bien, los hijos de Víctor Amor y Marlene Buendía, lo llevan, son cinco y puede pensarse que son una injusticia los apellidos mal repartidos: gente con dos muy feos y otros con dos muy bellos, pero no, la gracia de esos apellidos juntos, no vino con riquezas, ni prestigio, su gracia es nombrar dos dichas (o desdichas), el amor y los buenos días, en una misma frase.

En la relación de lo público y lo privado vengo a hablarles de Roberto Amor Buendía, un hombre mío y de ustedes. De nuestra casa y de esta ciudad Cartagena.

Muchos son los hombres que como él, tienen la ciudad tatuada en el alma y en su compromiso con ella lo demuestran con hechos a lo largo de toda su vida.

En casa lo hemos extrañado, pero si habría estado más tiempo con nosotros, le habríamos robado a la ciudad la parte suya.

El Amor, lo describe muy bien. Porque quiero pensar que por amor a su padre, quien fuera árbitro de boxeo, llegó a ser dirigente del deporte de las ‘narices chatas’. Yo no tengo pruebas de que le gusten los puños, pero el deporte sí, y más si se trata de uno que ha dado alegrías y oportunidades a gente que lo necesita. Como en muchas otras cosas, trabajó ad honorem, y con un nivel de compromiso que me ha costado reconocer en otros. Dicen que por la plata baila el mono, pero él ha estado bailando sin esperar ningún tipo de recompensas.

Su principal ocupación ha sido la docencia universitaria, y hay que ver el cariño, respeto y reconocimiento que recibe de sus alumnos a dónde quiera que va. El sóftbol fue su deporte y de ahí, entrañables amigos en toda la ciudad, también fue parte de su Federación. Jugó fútbol, micro y bate e’ tapita, no le faltó el ‘tóxico’ de Kola Román con pan de sal de la tienda, ni salir en el Cabildo de Getsemaní.

Ha sido presidente, en más de una ocasión, de la Sociedad de Ingenieros y del Club de Profesionales, dos entidades que han demandado gestiones retadoras y lo ha hecho también por amor al arte. He sufrido los embates de las desavenencias que él ha enfrentado con pundonor.

Ha estado, de soslayo, en política, lo han querido por serio, honesto, técnico y comprometido, pero él ha elegido una distancia prudente, porque dicen que para meterse a eso, hay que ser malo, y él, no porque sea mi padre, de malo no tiene un pelo, aunque de eso, tampoco tiene mucho.

En el Mes del Padre quise honrarlo aquí, porque así como él, Cartagena está llena de hombres honrados que han trabajado amorosamente por ella, y por sus hijos, y hay quienes todavía dicen, que a esta ciudad le hacen falta liderazgos, y no. A esta ciudad, como a tantas ciudades de nuestro país, le hace falta decolonizarse, desracializarse, ‘desmonarquizarse’ y que la política no sea un juego sucio.

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