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Columna

Salud mental desde la comunidad

“La salud mental no es solo un asunto clínico. Implica también reconstruir la confianza, tejer comunidad, garantizar...”.

Pablo Abitbol

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El pasado jueves, en la Casa Lemaitre de la UTB, tuvimos el privilegio de lanzar el libro “Construir salud mental desde la comunidad”. No se trata solo de un libro: es la cristalización de cuatro años de trabajo colaborativo entre comunidades de los Montes de María, organizaciones de base y equipos académicos de la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad Tecnológica de Bolívar.

En contextos históricamente marginados por el Estado —como los territorios con programas de desarrollo con enfoque territorial (PDET) del Caribe colombiano—, las brechas de acceso a servicios de salud mental no se deben únicamente a la falta de recursos, sino a una estructuración histórica del sistema político que ha invisibilizado las necesidades psicosociales de muchas comunidades y ha excluido sus voces de los procesos de formulación de políticas públicas.

Por eso, este proyecto apostó por una vía distinta: la investigación participativa. Una metodología que no extrae datos, sino que propicia encuentros; que no estudia comunidades, sino que co-crea con ellas. Junto a lideresas y líderes de los quince municipios de los Montes de María, desarrollamos procesos de escucha, asambleas deliberativas y espacios de co-creación para identificar afectaciones psicosociales, caracterizar prácticas de cuidado y construir colectivamente un modelo de atención psicosocial que tuviera sentido en sus vidas.

Este enfoque reconoce que en cada territorio hay prácticas culturales, saberes ancestrales y vínculos comunitarios que históricamente han cuidado la salud mental, incluso en medio de la guerra. Y que hay mujeres, jóvenes, sabedores y cuidadoras que ya están haciendo ese trabajo en sus comunidades, aunque el Estado no los reconozca, no los escuche, ni los remunere como debería.

La salud mental no es solo un asunto clínico. Implica también reconstruir la confianza, tejer comunidad, garantizar condiciones mínimas de dignidad y crear espacios para hablar del dolor y sanar en colectivo. Implica, en otras palabras, un ejercicio democrático: abrir la posibilidad de que las personas deliberemos sobre lo que nos afecta y decidamos juntas qué hacer al respecto.

Esa es quizá una de las lecciones más poderosas de este libro: que la salud mental comunitaria, la democracia deliberativa y la justicia transicional restaurativa no son caminos paralelos, sino trenzas de una misma apuesta ética y política por la vida digna. Y que, en territorios marcados por el conflicto y el olvido, son también condiciones necesarias para una paz verdadera.

Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.

*Profesor de la Escuela de Negocios, Leyes y Sociedad, UTB.

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