Carola llegó a Cartagena procedente de Roma. Tenía 40 años sin venir a la ciudad y emocionada se alojó en el tradicional Hotel Caribe. Venía de vacaciones y debía llevarle a Lola, fotografías del barrio Manga. Le pidió que, en el Callejón de los Besos, tomara fotos a la casa en dónde se embriagó de amor con su infatigable amante. Quería evocar los apasionados encuentros que tuvo por las habitaciones y amplia sala, en dónde la oscuridad apenas dejaba ver los destellos de una fina lampara de araña. Le dio un plano del patio. Allí hallaría un baúl repleto de cartas, versos, un obsoleto tocadiscos y álbumes de la Sonora Matancera. En el fondo escondía un vestido entero de su amante hecho pedazos y una corbata desflecada. Fue el recuerdo que le quedó de la pelea que tuvo con los serenateros del Páramo en la esquina de la Calle Real.

Muerte de Alix, la gota que rebasó la copa
Luis Alfonso RamírezDesde el Club de Pesca hasta la Sociedad Portuaria haría un trabajo acucioso, era un perfil fotográfico de la bahía que Lola quería tener para señalar el sitio en dónde se ahogó Chichi Guerra y dieron por muerto al pobre Monchy Valencia.
Salió Carola del hotel rumbo a Manga. En su mano llevaba una sofisticada cámara para tomar las fotos. Al llegar a la Avenida Miramar, notó que una hilera de edificios modernos sepultó las viejas casas que quería ver. Hasta la Terraza Miramar había desaparecido y una nueva construcción se ancló en ese lugar con muelles, veleros y yates. La casa de Fucho Román, la de Cesáreo y muchas otras fueron remplazadas por inmensas moles de cemento.
Cuando entró al Callejón de los Besos, en donde existió la casa solariega de don Manuel Mainero, encontró un edificio, nada comparable con aquella vetusta mansión color ocre, de extenso sótano, amplios garajes y patios sombríos. La rica arquitectura republicana de Manga, ya moribunda, daba paso a construcciones que desfiguraron su original belleza.
Estando en el sitio donde vivió Lola, estalló en llanto. Una constructora había demolido la casa. No hubo compasión con los jardines, ni con los colosales ventanales por dónde descubrimos años atrás a los ardientes amantes del Callejón de los Besos. En su lugar, una construcción sin gracia sin patio y sin tejado extinguía los recuerdos que Carola vino a buscar. Debajo de ese sacrílego edificio quedó sepultado el baúl con los recuerdos de Lola. Profunda frustración sintió. Pretendía restaurar el vestido entero y la corbata desflecada del amante de su amiga, para que una vez en Roma, se vistiera con él, caminara por la Fontana de Trevi y bailara con Lola la vieja música de la Sonora Matancera.