Colombia está en un punto de inflexión. En medio de los desafíos sociales, ambientales, institucionales y económicos, surge una pregunta vital para el presente y el futuro de nuestras ciudades:

Foro Económico Mundial ante sus horas decisivas
RICARDO VÉLEZ BENEDETTI¿Seguiremos administrando el Estado con una lógica burocrática, o daremos el salto hacia una verdadera gerencia pública con visión transformadora?
Administrar es cumplir. Gerenciar es trascender.
La administración pública tradicional ha estado enfocada en ejecutar normas, tramitar documentos, mantener el aparato estatal en marcha. Es necesaria, sí. Pero no es suficiente. Porque cuando se limita a la rutina y la norma, pierde el pulso de la gente y se vuelve lenta, dispersa, ineficaz.
En cambio, la gerencia pública propone otra mirada: más estratégica, más humana, más ambiciosa. Gerenciar es anticiparse, liderar, innovar. Es convertir un problema en una oportunidad, un barrio olvidado en una comunidad vibrante, una oficina en una red de soluciones.
Planificar las ciudades a 30, 40, 50 o incluso 100 años no es un ejercicio de adivinación, es un acto de responsabilidad histórica. Es pensar en los hijos de nuestros hijos. Es dejar de improvisar y comenzar a construir futuro.
¿Qué ganamos cuando gerenciamos las ciudades con visión de largo plazo?
* Orden y sostenibilidad: Una ciudad pensada a 100 años no se desborda. Crece con orden, protege sus recursos y mejora la calidad de vida.
* Confianza ciudadana: La gente percibe cuando hay dirección, coherencia y resultados. La planificación genera seguridad y esperanza.
* Mayor inversión y desarrollo: Las ciudades proyectadas estratégicamente son más atractivas para el talento, el turismo, la academia y la empresa privada.
* Instituciones más fuertes: Gerenciar es profesionalizar lo público. Es dejar la improvisación y fortalecer el saber técnico, la inteligencia de datos y la evaluación de resultados.
* Prevención y resiliencia: Planear a largo plazo permite enfrentar con mayor preparación desastres naturales, crisis climáticas, pandemias o amenazas sociales.
Los mandatarios que gerencian, conectan con la gente
La ciudadanía ya lo está entendiendo. Las encuestas lo reflejan. Los alcaldes y gobernadores que piensan en grande, que lideran con visión de futuro, que planifican, que transforman desde lo público, tienen mayores niveles de aceptación.
¿Por qué? Porque no gobiernan con el reloj de las elecciones, sino con el calendario del bienestar colectivo. Porque sus gestiones no se sienten lejanas ni frías: se sienten útiles, necesarias, humanas.
Gerenciar también es ser evaluado: el reto del control inteligente
En este camino hacia una gerencia pública madura y eficaz, los organismos de control y las veedurías ciudadanas juegan un papel esencial. Su función ya no puede limitarse a buscar errores formales o cazar fallas superficiales.
El verdadero reto es hacer control con visión de futuro, evaluando el impacto, midiendo resultados y acompañando el cumplimiento de metas. Es pasar del señalamiento a la corresponsabilidad, del castigo al aprendizaje, del “no se puede” al “¿cómo se puede mejor?”.
En una sociedad moderna, controlar no es frenar, es orientar. No es obstaculizar, es asegurar que los objetivos públicos se cumplan por el bien común.
Que los objetivos se cumplan, pero que se cumplan por el bien
Colombia necesita menos administradores del pasado y más gerentes del porvenir. Más líderes públicos con visión, con vocación y con valores. Pero también necesita controles que acompañen, que vigilen con inteligencia, y que garanticen que los objetivos no solo se alcancen... sino que se alcancen por el bien.
Porque cuando el Estado se convierte en un buen gerente, y el control público en una herramienta constructiva, lo público deja de ser un campo de batalla y se convierte en un territorio de construcción colectiva.
