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Columna

Cartagena 500: la historia nos honra, el futuro nos compromete

“Necesitamos identificar nuestros diferenciales y proyectarnos como líderes en las cadenas de valor global...”.

Álvaro González Fortich

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¿Qué ciudad soñamos mostrarle al mundo cuando Cartagena cumpla 500 años?

En menos de una década, esta ciudad histórica llegará a una fecha emblemática: cinco siglos de vida. Hoy invitamos a imaginar juntos cómo queremos celebrar el año 2033. Más allá de una efeméride, se trata de una oportunidad para construir una visión compartida de ciudad. Una visión que nos permita potenciar lo mejor de nuestras fortalezas y transformar nuestros déficits históricos en oportunidades de desarrollo.

Proponemos tres líneas estratégicas para comenzar a trabajar desde hoy:

Infraestructura: pensar en grande

Una de las piezas urbanas más importantes de la próxima década será el terreno que hoy ocupa el aeropuerto Rafael Núñez. Para 2033, esperamos que el nuevo aeropuerto ya esté en marcha o al menos en su fase final. En ese escenario, el gran interrogante será qué destino le daremos a ese valioso terreno en Crespo.

El debate actual sobre si ampliar o no la terminal debe ser más ambicioso. Ese terreno debe pensarse en función de la ciudad que queremos ser: un espacio abierto al mundo, al encuentro y al progreso. Puede ser un gran parque internacional, un recinto ferial de talla global o un centro administrativo moderno que concentre las dependencias del Distrito. Cartagena necesita espacios que eleven el ánimo colectivo, que inspiren, convoquen y transformen.

Nearshoring: atraer inversión con inteligencia

Cartagena cuenta con una ubicación estratégica y una operación portuaria entre las más eficientes del mundo. Pero eso, por sí solo, ya no es suficiente. Hoy competimos con ciudades nacionales e internacionales por inversión, talento y desarrollo.

Necesitamos identificar con claridad nuestros diferenciales y proyectarnos como líderes en las cadenas de valor global. Para 2033, esperamos que el proyecto del Canal del Dique esté concluido. Su impacto irá mucho más allá de lo ambiental: no solo protegerá nuestros cuerpos de agua, sino que habilitará amplias extensiones de tierra a sus márgenes, capaces de albergar cientos de nuevas empresas. Mamonal ya no da abasto.

Pobreza: desarrollo con propósito

Reducir la pobreza estructural exige más que voluntad: desde la Fundación Santo Domingo creemos en una doble vía: atacar las causas profundas, sí, pero también activar los motores de desarrollo que ya existen.

Las industrias petroquímica y hotelera, por ejemplo, tienen el potencial de impulsar transformaciones reales. Pero ese potencial solo se materializa si logramos conectar su crecimiento con más empleo formal y mejor educación. El desarrollo debe sentirse en el día a día de las personas.

Por eso, la conmemoración de los 500 años solo tendrá sentido si se traduce en un compromiso concreto con el bienestar colectivo. Más y mejores colegios. Más y mejores empleos. Más y mejores viviendas.

Eso es lo que verdaderamente valdrá la pena celebrar.

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